CAPÍTULO XVIII

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Alma miraba preocupada a Sam, mientras él se sostenía con una mano en la parte superior de uno de los árboles del jardín.

La chica se había sentado en el suelo, a suficiente distancia como para tenerlo controlado.

—¿Qué se supone que vas a hacer? —preguntó sin poder evitar un deje de ansiedad en su voz.

— ¿Tú qué crees? Saltar —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿Al suelo? —se escandalizó ella, a punto de levantarse para poder gritarle mejor.

—No, tonta —Sonrió él, aunque su sonrisa se viera pequeñita desde aquella distancia. Proyectaba la voz para que ella le pudiera oír bien- A ese árbol.

Alma siguió la dirección de su mirada hacia un árbol que se encontraba a unos buenos tres metros de aquel en el que estaba el chico.

Le dirigió su mejor mirada de "¿Me estás tomando el pelo?" pero Sam no pudo verla. Así pues, tuvo que gritarle lo que pensaba.

—¿Estás loco o necesitas un ajuste de tornillos?

—No debes preocuparte  —aseguró él, sin separar la vista de su objetivo—. He hecho esto miles de veces. Que tú hayas decidido acercarte a mirar no cambia nada, a no ser que decidas talar el árbol antes de que llegue a él.

Se oyeron sus carcajadas.

Alma resopló y se acomodó mejor en la hierba. Decidió tumbarse para poder observarle sin hacerse daño en el cuello. Estaba leyendo en el porche de la casa cuando le vio, aunque al principio pensó que se trataba de un interno. La curiosidad pudo con ella y, aún sabiendo que podía ser peligroso alejarse lo más mínimo de la casa, se acercó a mirar. La sorpresa fue mayúscula al descubrir que aquel punto negro en la lejanía era nada más ni nada menos que Sam.

"Este tío está loco" pensó con pesar mientras observaba como cogía impulso "Se va a matar".

Cuatro personas protegiéndola no bastarían, o eso tenía entendido. Enviarían a una persona nueva.

"Quizá sea una chica" fantaseó "Estaría bien tener apoyo femenino para variar. O conversación femenina. O alguien que entendiese lo que son las compresas".

Pensó en las chicas de aquella especie tan rara, ¿les habrían enseñado todo lo que tenían que hacer sobre la menstruación y derivados?

En ese momento e interrumpiendo sus pensamientos, oyó un estruendo y dirigió su vista desesperadamente hacia el árbol dónde había estado Sam hasta entonces. No lo encontró allí así que miró al suelo para comprobar que no se hubiese caído.

—Aquí —Su cabeza apareció encima de ella, con una gran sonrisa burlona.

Alma se levantó de un salto, con el corazón saliéndosele del sitio.

Le dio un empujón en el pecho.

—¿Se puede saber qué...?— balbuceó aún con el susto en el cuerpo— ¿Pero cómo...? ¿Tú no ibas a saltar a ese árbol?

Señaló el vegetal como prueba del delito del chico.

—Y salté, no es culpa mía que estuvieses mirando a las musarañas —Tenía hoyuelos de tanto sonreír— Creo que me subestimas.

Alma le fulminó con la mirada.

—¿Has acabado ya de hacer tonterías?

—Sí, señorita.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now