CAPÍTULO XXXVIII

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- Zareb, pásame eso- ordenó Alma, subida a lo alto de una escalera.

El chico hizo caso dócilmente y le lanzó con una mano uno de los carteles, mientras con la otra aferraba con seguridad la escalera en la que Alma estaba encaramada, no se fuera a caer.

- Todo sería mucho más fácil si Evon estuviera aquí, lo subiría todo con el aire y acabaríamos en dos minutos.

- Si Evon estuviera aquí, de fiesta sorpresa tendría poco, ¿no crees?

Zareb sonrió.

- Ya, pero sería más cómodo y yo tengo sueño.

- Acabamos en cinco minutos y te dejo que te vayas a dormir- prometió Alma con dulzura.

Era el cumpleaños de Evon. Alma se había encargado de prepararle una especie de fiesta sorpresa. Básicamente iban a ser sólo ellos, pero había decorado todo el salón con carteles con el nombre del cumpleañero, guirnaldas, globos... todo lo que había encomendado a Neo comprar en secreto. Sorprendentemente el pelirrojo había aceptado sin rechistar demasiado, lo cual hacía pensar a Alma que en realidad se tenían bastante cariño entre ellos, por mucho que les costara reconocerlo. A Sam y a Eiro les había encargado la misión de mantener ocupado a Evon hasta las cinco, para que les diera tiempo a decorarlo todo a Zareb y a ella. Así que los chicos se lo habían llevado a hacer una ronda por el bosque con la excusa de que tenían la sospecha de que las arpías andaban cerca.

Y para las cinco quedaba aún media hora, así que a Zareb le daría tiempo a dormir un ratito. Cuando acabó de colgar el cartel, el chico agarró con ambas manos la escalera y trasladó a la chica, escalera incluida, a la siguiente columna.

- Vale, ese era el último, voy a baj...- empezó Alma, pero fue interrumpida por él, que la agarró por la cintura y la bajó como si de una muñeca se tratara- Puedo bajar escaleras solita, ¿sabías?

Zareb se carcajeó en un tono muy grave.

- Lo sé, chiquilla, lo sé.

- Anda, vete a dormir, yo voy a sacar la tarta y a colocarle las velas- Zareb la miró con cara de estárselo pensando- Zareb, vete, que no pasa nada porque me quede sola media hora.

El chico pareció considerar el sueño que tenía, lo mucho que le llamaba la cama y el poco peligro que podía correr Alma en ese salón-comedor-cocina. Acabó asintiendo y se fue después de revolverle el pelo con cariño.

Alma sacudió la cabeza y se dirigió al congelador. Sacó la tarta (de nata, la favorita de Evon según los chicos, o al menos se la habían visto comer unas cuantas veces y era la única pista sobre sus gustos que tenían) y abrió un cajón para coger las velas con el número "21" en grande, que colocó en lo alto de la tarta.

Estaba admirando su obra cuando una voz la sobresaltó.

- ¿Por qué haces esto?

- Neo- dijo la chica a modo de saludo, girando sólo la cabeza para clavar su mirada en la suya.

Se quedaron mirándose unos segundos, desafiantes, antes de que la mirada de ambos se dulcificara.

- ¿Por qué hago esto?- repitió la chica, como dándose cuenta en ese momento de la pregunta que le había hecho- Porque ya os considero mis amigos, y esto es lo que hago yo por mis amigos.

- ¿Y qué es la amistad para ti? ¿Hacer fiestas?

- No- sentenció Alma- Amistad es hacer cualquier cosa por ver feliz a tu amigo, porque todo le vaya bien y verle sonreír. Amistad es alegrarse de corazón por la alegría de la otra persona. Amistad es darse cuenta de que alguien te importa de verdad. Eso es la amistad.

Neo frunció un poco el ceño, pero no añadió nada.

- Te ayudo- sentenció al final, y se acercó a la mesa.

- ¿En qué? Ya he acabado.

Neo negó con la cabeza y alzó ambas palmas hacia el techo. Cogió aire y cerró los ojos, y recubriendo todas las mesas de la estancia (excepto la del comedor) comenzaron a aparecer, como si de pequeñas setas se trataran, velas de todos los tamaños y colores, encendidas con una llama que daba la sensación de ser casi artificial de lo controlada que estaba. Con un chasquido de dedos, apagó las luces y la habitación quedó iluminada sólo por la luz de las velas, lo que le daba un aspecto mágico.

- Vaya, Neo...- murmuró Alma, mirando a todos lados, maravillada- Es precioso, es... es perfecto. Gracias.

- No lo he hecho por ti- refunfuñó Neo, cruzándose de brazos.

Alma sonrió.

- Lo sé. Pero aún así te doy las gracias.

Miró su reloj: quedaba un cuarto de hora para que llegaran Sam, Eiro y Evon, lo que significaba que tenía quince minutos libres que no sabía cómo aprovechar.

- ¿Te apetece dar un paseo conmigo hasta que vengan estos?- propuso la chica, no sabiendo muy bien cómo iba a reaccionar Neo.

El chico se encogió de hombros y como toda respuesta se dirigió a la puerta esperando que Alma le siguiera, cosa que hizo.

La chica miró preocupada a sus espaldas.

- ¿No se descontrolará el fuego?

- No... mientras no me descontrole yo- sonrió de forma peligrosa.

Los guardianes del AmuletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora