Capítulo 5: Los dos Jerry

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29/01/1999 Sesión 4:

Ese día viernes, Jamie no había amanecido bien, no estaba de humor para su sesión con Alex. Probablemente todavía estaba enfadado por su intromisión, pero de todas formas, Alex encontró un tema del cual hablar. Era así que, más allá de su relación —psiquiatra / paciente— se podía comenzar a vislumbrar una creciente amistad entre ambos.

—La sesión pasada, cuando te ibas, dijiste que ya hacía una semana. La verdad es que me quedé pensando en eso. En sí será posible que tenga relación con algo muy interesante que escuché —dijo Alex para apenas darle tiempo a Jamie de acomodarse en el diván rojo.

—¿Y qué será eso tan interesante, me lo dirá para compartir su fascinación? —preguntó él mirando la ventana en frente. El día estaba gris, quizás aquello le molestaba.

—Me contaron sobre el pájaro que llamaste Jerry —respondió Alex, pendiente del lenguaje corporal de su paciente.

Jamie exhaló el aire de sus pulmones, de nuevo molesto. Luego, comenzó a rascar su brazo derecho con violencia para detenerse a pedido de Alex. Si no lo detenía, él podría haberse lastimado con el largo de su mameluco arremangado de brazos y las uñas de su mano izquierda dibujando rasguños de tensión.

—Él nunca tardó tanto, ¿sabe? No creo que vuelva.

—¿Lo extrañas?

—Extrañar en parte es añorar lo que pudo ser y yo nunca lo hice ni lo haría. ¿Qué sentido tendría hacer lo contrario?

—¿Qué crees que pasó?

—No tengo que creer nada. Lo sé. —Jamie aclaró su garganta antes de proseguir, esas eran palabras que le costaba pronunciar—. La vida es dura, usted debería saberlo mejor que yo, doctor.

—¿Piensas que murió?

—Ya le dije que no hay necesidad de pensarlo ni de preguntárselo; sé que fue así. Es un hecho de la vida. No importa cuánto quieras o necesites que las cosas permanezcan igual. Todo cambia. Todo se termina.

Alex supo entonces que era momento para desviar un poco el eje de la conversación. Era obvio que aquello afectaba demasiado a Jamie. Algo que acabaría por darle resultados contrarios a los que esperaba.

—También lo sé todo sobre el otro Jerry. ¿Llamaste así a tu pichón en honor a él?

—¡Por supuesto! Todos en este mundo sin importar sexo o especie, deberían llamarse Jerry. Así, al menos, se corregirá un poco la grandísima injusticia cometida para con él.

—¿Injusticia. a qué te refieres?

—¿No es obvio? —preguntó Jamie poniéndose de pie para llegar hasta la ventana del consultorio.

—La verdad es que para mí no lo es y me encantaría saber de dichas injusticias en su contra que tú pareces conocer.

—Él no debería estar aquí, los que lo trajeron... su familia, ellos merecen su martirio y más.

—¿Qué sabes de eso?

—Sé que lo volvieron loco para deshacerse de él y sobra decir cuán injusto es que lo hayan conseguido.

—¿Que ellos vivan vidas normales te resulta injusto?

—No. Lo injusto es perder la razón, romper con toda norma e impedimento moral, social y quedar catatónico. ¿Lo entiende? Las presiones que debían causar una explosión, fueron inversas, hicieron implosión y ahora el dulce Jerry está sin estar —finalizó Jamie, riéndose por motivos distintos a lo que decía.

Jamie Truman. (Edición Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora