Capítulo 15: Papá

262 34 4
                                    

25/02/1.999 Sesión 12:

—¿Recuerda que le dije: pude leer la muerte de mi madre en el rostro de mi padre?

Esa tarde no hubo saludo previo entre el muchacho y su psiquiatra. Alex solo se limitó a decirle que pase luego de oír los golpes en su puerta que anunciaban su llegada. A Jamie le costó un poco entrar a su consultorio. Betty, a su lado en la puerta, se aferraba con fuerza a su brazo derecho y sin decirlo con palabras, parecía no querer dejarlo a solas con Alex. Jamie debió soltar su agarre casi como si de librarse de una garra se tratase. Luego ingresó y ausente intencionalmente de la mirada apenada de Betty, cerró la puerta en su cara y ausente también de Alex, preparando la grabadora, caminó al diván antes de lanzar su pregunta.

—Sí —respondió Alex, ahora dedicándole toda su atención.

—Bueno, en realidad, fue un poco más que leerlo en su mirada tal cual se lo dije. Ni bien colgó el teléfono y dejó de centrar su atención en él, giró para verme a mí. Frank dibujó una sonrisa cínica, la más perversa que tenía y la misma que vestía cada vez que me decía: «Tu madre tiene los días contados».

Alex no respondió, no supo qué decir. Jamie lo observó y supo el predicamento en que él seguramente se encontraba.

»Pensará que eso es horrible, pero le diré que está equivocado. La verdad es que, en comparación a lo que vino después, solo se podría considerar una mancha en un ventanal.

—¿Por qué lo dices? Me haces pensar que tu padre jamás fue bueno contigo.

—Supongo que podría haber sido bueno, pero para eso, primero él debió considerarse una persona capaz de tal cosa. Ya le dije que él no creía que yo fuera su hijo y además, decía esas cosas porque era honesto, ambos sabíamos que mi madre estaba en la última etapa de su viaje. Si le sirve de algo para entender un poco más a mi padre, le diré que no hay manera de encasillar sus acciones según consideraciones de posible bondad. Eso no tenía lugar en su persona. Con él la única opción siempre fue medir sus actos según su escala de maldad. —Jamie sonrió con marcado nerviosismo mirando el techo del consultorio—. Ese momento selló mi destino. Recuerdo que me dejó a solas concediendo lo que poco después comprendí que era solo: ‘el breve duelo’ antes del infierno a su máxima expresión. Llegando a la puerta principal y aún dándome la espalda, bajó su cabeza y me dijo: «Hoy podrás llorar si así lo quieres, pero recuerda que un hombre tiene necesidades y tu madre ya no estará aquí para cumplir con sus obligaciones».

—¿Él se refería a...? —cuestionó Alex sin atreverse a terminar de formular su pregunta. Aquello le resultaba demasiado turbio e inquietante.

—Sí —respondió el muchacho, concentrándose en su dedo pulgar pasando por la base del resto de sus dedos en su mano izquierda.

—Lo siento mucho, Jamie.

Para aquel momento Alex sabía que debía indagar sobre esos sucesos, que eran importantes, pero no sabía muy bien cómo hacerlo. No necesitaba pensarlo demasiado para entender lo doloroso que podría resultar para su paciente.

—Gracias. Aunque usted no lo crea —Jamie hizo una pausa—, esas palabras significan mucho para mí. Nunca nadie me dijo algo parecido. —Jamie tomó una bocanada de oxígeno. Intentando reparar su armadura—. Cuando él salió por la puerta, yo volví a lo que estaba haciendo. El dibujo de un niño de rodillas, cerrando los ojos de su madre con el cuerpo tendido en el suelo frente a él, debía ser terminado. La intuición nunca miente, ¿verdad?

Jamie Truman. (Edición Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora