Capítulo 26: La araña humana

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25/03/1999 Sesión 20:

—¿Cómo estás, Jamie?

—Muy consciente de que lo típico sobre usted quizás nunca cambiará. Lo digo sin dejar de reconocer que puede haber grandes cambios entre los días que no nos vemos, pero de ánimo estoy bien, ¿y usted?

—¿Yo?

—Sí, Alex, usted. Sé que no he sido el amigo más cortés, que nunca le pregunté cómo estaba y estoy tratando de revertir eso, ¿es tarde?

—No. Para nada lo es, pero tampoco creo que haya nada que debas revertir. Si mal no recuerdo y aunque nunca me has preguntado directamente cómo estoy, igual siempre has querido saber sobre mí. Algo que está muy claro, de no ser por las circunstancias, podría decirte.

Es verdad. —Jamie se llevó un dedo bajo su boca, recordando lo que Alex le decía—. Tantas veces lo acusé de perder lo principal y terminé haciendo lo mismo —dijo al fin, poniéndose de pie para llegar a la ventana—. Alex, ¿qué día es hoy?

Su psiquiatra lo pensó un momento antes de responder: —Jueves, Jamie. Hoy es ju...

—No, no. —interrumpió negando con su cabeza de perfil—. ¿Qué fecha?

—Jueves veinticinco de marzo.

—mmm… —murmuró su paciente volviendo al diván.

A Alex le llamó la atención aquel comentario que hacía reflotar su idea de las múltiples personalidades, el factor que hacía perder contacto con la realidad. Una memoria que dejaba de ser continuada, mientras una de esas ramificaciones mentales tomaba control del cuerpo.

—¿Hace cuánto que desconoces la fecha, Jamie?

—Cómo espera que responda a eso si ni siquiera sabía la fecha de hoy.

—Es verdad, pero podrías decirme la última fecha que recuerdas.

—Nueve de abril, del año noventa y ocho. Ese fue un día difícil para estar aquí porque en la misma fecha, pero del año noventa y tres, murió mi madre.

—Lo siento mucho, Jamie.

—No se preocupe. Verá, Alex, aunque de principio lo negué, la verdad es que la añoranza de mi madre siempre fue inmensa. Lo suficiente para haber aprendido cómo seguirla.

—¿Seguirla?

—Sí. Poco después de llegar aquí, complete lo que tan pretencioso llamé: “entrenamiento mental”. Había estado investigando cómo podía romperse la barrera de lo posible y lo real, cómo viajar a lo más profundo de la mente. Entonces al descubrirlo deje de estar solo. Mi cuerpo era lo único que había en mi celda. Llamémosle meditación o del modo que prefiera; lo importante es que poniendo mi mente en blanco podía irme de aquí y estar con ella. Betty dijo que me llevaba bandejas de comida y las dejaba a pies de mi cama, allí estaban hasta que ella las retiraba sin haber sido tocadas por mí. Betty no quería que estuvieran allí acumulándose, pero tampoco se rendía con verme volver, por eso seguía llevándolas a mi celda cada día. Usted entenderá, si había posibilidad de acumulación era porque fueron varias las comidas a las que me ausente. Nunca supe cuánto tiempo estuve lejos porque ella no quiso decírmelo, pero por su respuesta disimulada pude saber que eran viajes de días. Algo más que me lo dijo fue el peso que perdí y los cambios de temperatura abruptos por el agua caliente que sentía sobre mi cuerpo en ocasiones. Betty reconoció que ella me higienizó, verá; al igual que le sucede a jerry, cuando yo estuve en su mismo estado no tenía control de mis funciones fisiológicas. Incluso confesó que se estaba barajando la posibilidad de una pequeña intervención quirúrgica para ponerme una sonda enteral y alimentarme del mismo modo en que se haría con paciente comatoso. Por otro lado, no sé si lo habrá notado, pero en el despacho de Ed, en la recepción, el comedor o aquí mismo, no hay calendarios y le aseguro que si se toma el trabajo de revisar cada celda no podrá encontrar ni uno solo.

Jamie Truman. (Edición Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora