II

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El Internado Laguna Negra.

8:16 a.m.

El chico nuevo se llamaba Marcos. Contemplaba su nuevo hogar, el internado, con tristeza. Se dirige a la puerta trasera del vehículo, abriendo la puerta. De él sale una pequeña niña. Rondaba los 6 años de edad. Era rubia, de ojos azules y de tez blanca. Sus ojos reflejaban su tristeza.

- Vamos, Paula... - le dice Marcos.

- ¿Cuándo vienen papá y mamá a buscarnos?

Ni siquiera él tiene la respuesta a esta pregunta que Paula lleva haciendo días y días. Marcos detestaba la pregunta. Se sentía impotente cada vez que su hermana la hacía, sólo podía evitarla.

- Recoge tus cosas, ¿vale?

- Marcos... - lo llama su abogado, llevándolo lejos de ella, donde no los pueda escuchar. – Tienes que decirle a tu hermana que vuestros padres están muertos.

- Mis padres no han muerto. Han desaparecido.

- Marcos, han abandonado la búsqueda... -contesta bruscamente. – Si quieres, intento explicárselo yo.

- No – dice rotundamente. – De mi hermana me encargo yo. Usted es sólo nuestro abogado. Mande el dinero todos los meses. Y déjenos en paz.

Acto seguido, coge sus maletas y a su hermanita de la mano. Una mirada más a la fachada del edificio, y ambos se adentran en él.



Más lejos, llegando a la verja que separa el internado del bosque, está la chica recién escapada del psiquiátrico. Ella está observando el edificio. No había pensado jamás que fuera así de enorme. Un chico que pasa a su lado la observa. Cómo no la iban a mirar, su melena estaba revuelta. Como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Rápidamente recoge su cabello en una cola. Y con la mochila a sus espaldas, entra al edificio.

Miraba a todas partes, sorprendida. Las paredes no son blancas, como en aquel psiquiátrico. Tienen colores. Los suelos son de madera, al igual que las escaleras. Todo tenía un toque rústico. Alfombras hechas a mano, que combinaban con las paredes que tenían unos tonos sepias. Todo le parecía hermoso. Incluso las aglomeraciones de niños en medio del pasillo era algo que ella quería apreciar.

Queriendo explorar todo, entró en la primera habitación que vio, aunque en la entrada un cartel indicara que es el baño de chicos. Ellos estaban charlando, con un cigarrillo en la mano.

- ¡Hola! –dice la chica mientras sonríe.

Ellos la contemplan lentamente, preguntándose qué hace esa mujer ahí. Acto seguido, sonríen, haciéndose los machitos.

- ¿Tenéis un cigarro? – pregunta ella.

- Eh... sí – rápidamente uno de los chicos le ofrece uno.

- Gracias... ¿de qué curso sois?

- De cuarto.

La chica enciende su cigarrillo, observándolos. Queriendo absorber cada pequeño detalle de esos chicos. El chico que le ofreció el cigarro era Cayetano. No era muy alto, y tampoco muy delgado. Pero su cabello rizado era bonito, era de un color marrón oscuro, como sus ojos. No era muy largo, ya que ella podía verle el pendiente en su oreja izquierda. A su lado, Roque. Ese chico, con suerte, llegaría a los 165 centímetros de altura. Era bastante delgado. Él llevaba el cabello rapado. Algo que no encajaba en su físico, pues resaltaban sus prominentes orejas. Aunque era bonito mirar sus ojos cafés, tenía unas hermosas pestañas. Y por último, Iván. Él sí era alto, y esbelto. Su cabello era negro y corto. Sus ojos no eran nada del otro mundo. Pero su sonrisa, oh, su sonrisa podría iluminar el internado completo.

Laguna Negra » 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora