III

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El Internado Laguna Negra.

9:00 a.m.

Marcos y Paula estaban sentados fuera del despacho del director. Llevaban más de 15 minutos esperando que terminara de hablar con el abogado. Marcos se preguntaba qué era la cosa tan importante que Héctor les tendría que decir. La cara de Paula decía cuan cansada estaba, así que viendo eso, Marcos le acaricia y le sonríe, reconfortándola. La puerta se abre de golpe y el abogado saca su cabeza de ella.

- Chicos, ¿pasáis, por favor?

Ellos rápidamente se levantan y pasan al despacho. Este no era muy grande. Lo justo para unos cuántos papeles importantes.

- Héctor de la Vega, -decía el abogado, presentándolos. – director del colegio y... a partir de ahora, vuestro tutor legal.

¿Tutor? ¿Tutor legal? La cabeza de Marcos daba vuelta. Para qué necesitarían un tutor legal. Está seguro que pronto encontrarían a sus padres. Tenían que encontrarlos, no es como si la tierra se los hubiese tragado.

- Bueno, pues yo ya os dejo solos... - dice el abogado, despidiéndose. – Cualquier cosa que necesitéis... Estamos en contacto.

El abogado se marchaba, sonriendo. Al instante, Héctor invitaba a los chicos a sentarse frente su escritorio. El escritorio decía mucho de él, era súper ordenado. En un extremo de él, resaltaba una foto. Era una foto de Héctor, abrazado a su novia, Elsa. Parecían muy felices.

- ¿Os gusta vuestras habitaciones? – decía, intentando romper el hielo. – Ya verás como pronto haces amigas aquí... - se dirige a Paula. - ¿Te han contado que tenemos caballos?

- Yo quiero irme a casa con mis papás... -mira a Marcos.

De nuevo. Marcos no sabía qué contestarle. Ella no hacía más que repetir que quería volver. Pero lo cierto es que su hermano no tenía el valor de contestarle que no tenían donde ir. Marcos y Héctor se miran, preocupados. Iba a ser muy difícil para la pequeña.

- Paula... -dice Marcos, sonriendo. - ¿Por qué no vas a buscar tu clase?

- ¡Es que no me gusta este colegio! ¿Por qué nos tenemos que queda aquí?

- Venga, Paula, se obediente...

Él rápidamente besa su mejilla. Con cariño, el que siempre tuvo por ella. Y el que está seguro que nunca se irá, pase lo que pase. Ella abre la puerta, con timidez. Sale al pasillo, lleno de gente, y la vuelve a cerrar.

- ¿Todavía no le has contado a tu hermana que vuestros padres han muerto? Comprendo que es duro...

- Yo no sé si mis padres han muerto, ¿lo sabe usted? – dice irónico.

- Marcos... -hace una pausa. – Encontraron su yate partido por la mitad.

- ¿Y qué? ¡No han encontrado sus cuerpos!

- ¿No crees que tiene derecho a saber la verdad?

Marcos ríe, de nuevo, irónicamente.

- Mire... Usted no es ni mi padre, ni mi amigo.

- Soy tu tutor legal. El tuyo, y el de tu hermana.

- Me importa una mierda lo que digan los papeles, ¿vale? Mi hermana es mi problema, no el suyo. Y sus consejos se los mete por donde le quepa.

- Marcos... -dice Héctor, tranquilo, como si nunca hubiera escuchado lo que Marcos acababa de decir. – Tengo una mala noticia que darte...

Marcos, que estaba a punto de abrir la puerta para marcharse, voltea a mirarlo.

Laguna Negra » 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora