Apoyo

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Lisa mordía su labio inferior en clara señal de ansiedad, de vez en cuando miraba por la ventana y luego entrelazaba sus manos, las apretaba y las relajaba.

—Sólo vamos a ver —le recordé tratando de aligerar sus miedos.

Ella bajó la mirada al dejar caer sus hombros, sólo el sonido del motor se escuchaba.

—¿No los vas a forzar a meterme a un cuarto? —preguntó con algo de miedo.

Sin quitar la vista del frente, tomé su mano y la apreté en un gesto reconfortante.

—Sólo a ver —repetí.

Nos adentramos a un camino rodeado por inmensos y frondosos árboles. Avancé durante varios minutos hasta que finalmente detuve el auto frente a lo que parecía ser una casa de campo. Estaba hecha de madera y tenía grandes ventanales, el bosque la rodeaba dándole la imagen de ser una cabaña, incluso, pude alcanzar a vislumbrar humo salir de la chimenea.

Bajé del vehículo y caminé a la puerta del copiloto, la abrí y le extendí mi mano. Ella me miró unos momentos hasta que pareció resignarse y entrelazó nuestros dedos; pude sentir que estaba fría. Bajó del carro y vio a su alrededor, inexpresiva, no sabía qué se imaginó, pero definitivamente no fue lo que vio.

—¿Pensaste en un castillo oscuro y tenebroso con gritos? —bromeé.

Ella me vio con algo de molestia.

—Cambia castillo por edificio —replicó.

Moví la cabeza de lado a lado con una sonrisa y, sin soltarnos, caminamos al lugar.

Las personas entraban y salían sin problema alguno, aunque siempre iban acompañadas. Estaba seguro de que Lisa no se esperaba tal libertad, aunque la mencionada terminaba a un kilómetro a la redonda.

Entramos, cruzamos la recepción y pasamos a un lado de un grupo de seis personas sentados en círculo que hablaban. Nadie nos miró, pero incluso así, ella entrelazó nuestros brazos como si fuera una niña pequeña acompañada de un padre. La guie hasta la oficina donde ya nos esperaban, toqué dos veces antes de escuchar—: Adelante.

Una mujer de avanzada edad con lentes nos vio desde su escritorio, sus ojos verdes denotaron interés.

—Tobías y Lisa, supongo —dijo al levantarse, tenía un destacado acento ruso. Asentí y dejé pasar primero a la chica que veía con recelo a la mujer—. Soy la doctora Katrina, por favor tomen asiento —comentó señalando las sillas frente a su escritorio.

Lisa se sentó e inmediatamente cruzó los brazos, yo la imité esperando que todo fluyera bien.

—Muy bien, aunque Tobías me ha explicado la situación quiero escucharte a ti, Lisa. —Cada "r" que llegaba a mencionar era muy marcada por su acento, eso atrajo la atención de mi acompañante pues se tensó y subió todas sus defensas.

Sus ojos estudiaban a la chica a mi lado con cuidado, pero mi ex paciente no cambió su postura; es más, vio a la doctora con irritación antes de decir—: Estoy loca y quiero dejar de estarlo —con toda la ironía que la caracterizaba.

Suspiré y negué sabiendo que la presentación iba a ser difícil. Sin embargo, la doctora Katrina le dirigió una pequeña sonrisa.

—Si la pasión, si la locura, no pasaran alguna vez por las almas, ¿qué valdría la vida?

Lisa levantó ambas cejas con un gesto de sorpresa.

—Jacinto Benavente —susurró en un hilo de voz.

IncongruenteWhere stories live. Discover now