Cap. 13

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*17 años*

Jamás volví a hablar con ella, las cosas se ponían más incomodas de lo normal cuando ella llegaba a la mesa en el almuerzo. Los chicos lo percibían y ella sólo charlaba con Dinah, mientras León intentaba hacer que me sintiera mejor, igual que Verónica quien siempre me sacaba una sonrisa. Todos ellos hacían que los días fueran más rápidos y menos tristes. Pero las noches eran tan tormentosas que al día siguiente despertaba con los ojos hinchados de tanto haber llorado. Sabía que no debía hacerlo, que no debía llorar, o al menos eso creía. Todas las noches lo hacía, hasta que una noche, León llegó a mi casa.

León: hey.

Laur: deberías estar en casa.

León: y tú deberías salir de la cama y acompañarme por una pizza y un helado de chocolate. - no pude evitar reír.

Laur: no tengo ganas de helado ahora.

León: escucha, iremos por pizza y un helado, y vas a superar esto.

Laur: no puedo. Sé que no debo llorar pero...

León: ¿quién dijo que no debías?

Laur: todos me lo dicen...

León: pues yo no voy a decirlo, Lauren. Deberías hacerlo. Tienes sentimientos. Es una gran forma de desahogarse. Todos lo hacen. Tú lo haces. Yo lo hago. No es nada malo. Deberías hacerlo.

Laur: ¿por qué? - él sonrió.

León: ¿por qué no? Acaban de romper tu corazón, dime, ¿por qué no deberías?

Laur: porque no quiero hacerlo.

León: entonces no lo hagas. Si lo evitas porque las personas te dicen lo que tienes que hacer está mal, si lo evitas porque no quieres hacerlo está todo bien. Se trata de hacer lo que crees conveniente, no lo que los demás dicen que lo es.

Fuimos por un helado, pizza, vimos películas hasta el final del día, León se despidió y prometió volver al día siguiente. Las cosas no regresaron a la normalidad, sin embargo me sentía extrañamente mejor, muy poco, pero algo es algo.

Los días y las noches comenzaron a ser más fáciles, más rápidos, y un poco más divertidos y menos extraños cada vez, creí que estaba superándolo, y me gustaba porque no me hacía sentir del todo mal. Mi corazón estaba sanando poco a poco. Sin embargo parecía que la vida estaba en contra mía...
Un día, León, Verónica y yo habíamos decidido almorzar lejos de todo, y de todos, como solíamos hacer de niños. Ese mismo día, Camila llegó a la mesa en donde estábamos... Tiró de mí por el brazo hasta que estuvimos apartadas de los demás, encerradas en un pequeño cubículo de baño. Y entonces me besó, una vez más. Lo hizo como si fuera algo que no le tomaba tiempo ni esfuerzo, como si lo hiciera todos los días. Me besó como si nunca me hubiera dicho que no sentía nada por mí, como si estuviera jugando al escondite, como si tuviéramos 5 años y ella sólo hacía lo que los demás decían que debía hacer. Y cuando menos lo esperó la aparté de mí. Las lágrimas quemaban mis ojos y los sentimientos mi corazón. ¿Cómo era tan fácil para ella? ¿Cómo demonios podía besarme de esa manera y al día siguiente fingir que nada ocurría? ¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Qué es lo que yo había hecho mal, qué era lo que le había dicho o hecho para que quisiera vengarse de esa forma tan horriblemente dolorosa? No entendía la razón, no entendía absolutamente nada. Entonces corrí a casa sin decirle a nadie...

El fin de semana siguiente a ese día, mamá me obligó a ir a casa de los Cabello para entregar un regalo para Sinuhe, ya que su cumpleaños estaba muy cerca. Y entonces supe que la vida me odiaba... Camila estaba en la puerta, en un short bastante pequeño y una camiseta tan corta que mis mejillas tomaron un color carmín en segundos.

Camila: ¿necesitas algo, Lauren?

Lauren: sí, ¿Sinu está en casa?

Camila: no, papá la llevó a desayunar, ya sabes, por su cumpleaños, es mañana.

Lauren: bueno, entonces puedo volver después...

Camila: no, ¿por qué no entras? No creo que tarde tanto.

Lauren: no es una buena idea...

Camila: ¿acaso te asusto, Jauregui?

Lauren: claro que no.

Camila: entonces entra.

Lauren: no creo que sea lo mejor.

Camila: pero estoy retándote.

Lo único que hice fue entrar sin decir nada. La puerta se cerró detrás de mi y un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Ella tocó mi hombro y cuando estuvimos cara a cara, la cercanía era mucha. Podía sentir su aliento contra mis labios y rogué no ser tan débil en ese momento. Lamentablemente las cosas no salieron como yo hubiera querido. En el momento en que sus labios se unieron a los míos, mi cordura se fue más lejos que la mierda, tomé su cintura de una manera posesiva, y la levanté del suelo hasta que sus piernas quedaron enredadas en mi cintura. Conocía su casa como conocía la palma de mi mano, así que subí las escaleras con ella en brazos hasta llegar a su habitación, abrí la puerta y nos adentramos en ella, caminé hacia la cama y cuando el borde de ésta tocó mis rodillas puse a Camila sobre su espalda en la cama, y seguí besándola mientras acariciaba su cintura. De pronto el calor en la habitación aumentó y nuestras prendas se volvieron un estorbo, cayendo una a una al frío suelo. De pronto me detuvo.

Camila: no debemos. No es correcto.

Lauren: pero lo quieres tanto como yo. Por favor. Deja que tu cuerpo me diga que me amas, aunque tus labios digan lo contrario, Camz. Déjame pensar por un momento que eres mía, que nadie más podrá ser dueño de ti, que nadie te tomará como voy a hacerlo, y que nadie jamás será en tu vida lo que yo. Déjame ser egoísta una jodida vez en mi jodida vida. Deja que la mierda se vaya y nos deje solas, sólo tú, y yo, y lo que ambas sentimos, porque por más que tus labios y tu mente digan lo contrario, veo en tus ojos, que están gritándolo a cada instante, que me quieres como yo te quiero.

En ese momento su mano se posó en mi nuca y me acercó de nuevo a sus labios. Besé cada pequeña parte de su cuerpo, reclamando como mía cada parte en la que descansaban mis labios, y cuando creí que ambas estabamos listas para ello, me hundí lentamente en ella, besando sus lágrimas, deteniendo el mundo para que el dolor se fuera, haciendo lo posible para no dañarle.... Cuando sus piernas me empujaron suavemente hacia dentro, supe que era el momento indicado para comenzar a moverme. Todo fue tan lento, los besos, cada pequeña caricia, sus pequeños gemidos con mi nombre plasmado en ellos, su orgasmo haciendo que dijera lo que siempre había anhelado escuchar de sus labios....

Camila: te amo, Lauren.

En ese momento mis sentidos se fueron, llegué a mi paraíso vaciandome en ella, dejando que tomara todo de mí, como yo había tomado todo de ella. No dije nada más, deshice la unión de nuestros cuerpos que, al menos para mí, había sido la unión de nuestros corazones y almas, me levanté de la cama, me vestí y salí de la casa, cargando en mi mente con confusión, y mi corazón con tristeza y felicidad. Ella había dicho que me amaba. Pero había tomado su declaración como simples palabras, porque podía ser que ella al fin lo hubiera aceptado, pero también cabía la posibilidad de que sólo lo hubiese dicho por el momento en el que habíamos estado... Y esa posibilidad me asustaba como la mierda...

Amiga (Camren G!p)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant