Sobre el renacer

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A veces, uno toca fondo, otras veces, nos obligan a tocar fondo. Es más, me atrevo a decir que nos toman de la mano y tiran hasta sumergirnos en ese pozo oscuro, profundo, cubierto de agua, donde te ahogas lentamente y por más que nadas buscando la superficie o una luz, pequeña y vibrante; y quieres mantener la esperanza; de tus pies tiran los tentáculos de la desesperación y la impotencia.

Así me sentí ese día. Mi vida ya era un mar salino lavando mis heridas, cuando dio un giro para mal.

Había pasado un año de la desaparición de Steve, y ya nada me daba esperanzas de que estuviera vivo. Construí un arma, que probablemente él no había aprobado. La nombré Jericó porque con ella cualquier muro se derrumbaría como las murallas de esa antigua ciudad. Asistí a la demostración de la misma, me vanaglorié de su poderío, recibí las alabanzas y los aplausos de asombro. Nada fuera de los común, aquello que me hacía sentir poderoso, me salvaba del abismo; pero no era más que una pajilla para respirar un poco de aire desde el fondo de las sombras.

Entonces, ocurrió un ataque. Recuerdo balas y bombas, un caos y después, desperté en un lugar tenebroso. Desperté en medio de las más oscuras sombras con un dispositivo electromagnético en el pecho. Yinsen, otro prisionero, se convirtió en mi amigo, aliado y mentor. Me salvó la vida.

Mi secuestro tenía un propósito: la construcción de una bomba como Jericó. Sabía que no saldría vivo de ahí si no los obedecía, pero el futuro no cambiaba mucho, si hacia lo contrario. Me enfrenté a mis viejas amigas: desesperación e impotencia. Y me pregunté, ¿para qué quería vivir? ¿Tenía caso? Todo lo que había amado ya no estaba junto a mí. Yinsen decía tener seres queridos a los que quería ver. ¿Yo qué tenía? Unos cuantos amigos, una empresa exitosa, una reputación envidiable... pero lo que realmente me habría importado, a quién realmente quería ver, sólo podría verle muriendo. Steve... pensé mucho en él durante esos meses. Al principio sólo quería recordarle, le decía en sueños que pronto nos veríamos. Pero después, recordé como era él. Fue como si pudiera escucharlo. Él jamás me habría perdonado si no peleaba, y tampoco apoyaría a un grupo terrorista. 

La respuesta llegó como un rayo de luz.

Así empezó mi camino hacia el renacimiento. Estaba muerto, pero no más. Cuando terminé la armadura y salí de ese embrollo a base de fuerza y determinación, logré cortar los tentáculos que me sujetaban las piernas, y nadé hacia esa luz. El día que me encontraron en el medio del desierto, ese día, emergí de ese pozo y respiré aire limpio hasta llenarme los pulmones.

"Lo hice, cap" pensé al abrazar a Pepper. Sonreí, no sólo porque lo había logrado y había vuelto, sino porque, también, lo imaginé sonriéndome, lo imaginé a mi lado, palmeando mi hombro y diciéndome: "Siempre creí en ti, Tony".

Eso sosegó mi alma. Un nuevo yo había nacido, o algo así. Conservaba mis vicios y mis malas mañas, pero tenía un motivo para vivir.

Lidié con mi estrés postraumático trabajando en mi taller. Construí una armadura nueva y mejor. Y de pronto, me convertí en un héroe, como él. Me nombraron Ironman, me dio gracia, pero no puedo negar que me gustó. Me divertía y salvaba al mundo, ¿qué más podía pedir?

Sólo una cosa, tal vez.

"¿Si estuvieras aquí, pelearías a mi lado?"

El Capitán América seguía siendo un símbolo nacional, el modelo de héroe. Yo mantenía su imagen en la memoria y me preguntaba cómo sería si fuéramos equipo.

Para mantener su imagen fresca, corría cada semana a ver a tía Peggy, ahora, postrada en una cama; y le pedía, como cuando era niño, que me contara una de las aventuras de Steven Rogers durante la Segunda Guerra Mundial. Otro al que recurría de vez en vez, cuando los tragos no eran suficientes, o eran demasiados para beberlos solo, era Barnes. Bucky, como lo llamaba Steve, era mi fuente de información sobre los años de Steve antes de ser el héroe. Me agradaba escuchar de sus peleas, de sus fracasos, de sus malos momentos y también, de los buenos. Me acercaba más a él, sólo un poco más. Podía vivir, podía estar a su lado sin estarlo y eso me era suficiente.

Entonces, la séptima llamada llegó. Contesté distraído, desinteresado cuando me dijeron que me comunicarían con un alguien importante de SHIELD, ese nombre sí se me quedó, es evidente que me recordaba a alguien.

—¿Mr. Stark?—me dijo el hombre que se identificó como Nick Fury.

—El mismo.

—Encontramos al Capitán América.

Me quedé petrificado, la pieza de mi armadura, que tenía en las manos, se me cayó e hizo un ruido estrepitoso.

—¿Qué?

Imaginé como debió sentirse mi padre aquel día en el que recibió la llamada.

—Tal vez, usted pueda explicarnos que pasó—dijo Fury.

—¿Yo?

—El capitán dice que usted lo entenderá.

—¿Está vivo?

Mi corazón dio un vuelco, me dolió; estaba latiendo de nuevo.

—Sí, acaba de despertar—como estaba sin palabras, Fury continuó—Mr. Stark, ¿podría venir cuanto antes?

Asentí torpemente y cuando colgué, no sabía qué hacer, o hacía donde moverme. Le llamé a Pepper y le pedí que fuera por mí. No estaba seguro de poder conducir hasta SHIELD, ni de controlar mi armadura con presteza.

Cuando lo vi, sentando en su cama de hospital con el monitor registrando sus latidos y las bolsas de suero conectadas a sus venas; fue como alcanzar la orilla, y poner las manos en el borde del pozo. Cuando giró su rostro y me reconoció tras el cristal, cuando me sonrió como sólo él podía sonreírme, fue como empujarme fuera del pozo, como pisar tierra de nuevo, erguirme y descubrir que brillaba el sol.

Renací con él, ese día. 

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Espero que les haya gustado. 

Ya casi termino, lo prometo jeje... de verdad que esto no tenía pinta de one shot XD

¡Nos estamos leyendo!

SempiternoWhere stories live. Discover now