n u e v e

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—¿Te gustaría hacer una deducción?—Susurro mientras acaricio su cabello rosa, Yuma tiene los ojos cerrados mientras tiene su cabeza recostada en mi regazo.

    Es como un niño al cual quiero cuidar.

—¿Deducción acerca de quién... o quiénes?—Interesado abre sus ojos y me observa, ese brillo dorado es tan seductor que por un momento pienso que podría enamorarme de él si realmente lo quisiera.

—De Len y yo, por supuesto—ensombrecida hago ver y él cierra sus ojos nuevamente, como si lo que está a punto de decir le impidiera verme.

    Sé que lo que dirá me romperá por completo.

—Creo que Len ya sabe lo que sientes por él, y lo utiliza para que no le dejes, creo que tiene un gran temor  a que lo abandones. A juzgar por su cercana relación de niños y tu abrupto alejamiento a medida que crecían el anhela aquello nuevamente, le gusta jugar al papel del hermano perfecto y en el pasado le gustaba ser como tu protector o algo así. La idea de que estés con alguien más y lo ames más que a él le llena de celos por lo que utiliza lo que tú sientes por él a su favor de una forma tan enferma que me da ganas de vomitar, es como si quisiera meterte en una jaula para jamás dejarte ir pero hacerte vivir en una ilusión de que si eres libre—expone y mis caricias en su cabello se detienen, la oscuridad que nos rodea por alguna razón me hacen sentir segura.

—Solo has hablado de él, ¿qué hay de mí?—Murmuro, intentando sonar divertida pero mi voz se nota frágil.

—Tú eres la inocente en toda ésta historia, Rin. Aunque creas que tu amor es sucio y enfermo para mí es el más puro que puede llegar a existir, admito que envidio un poco a Len—sonrío levemente a Yuma, mientras recuesto mi cabeza por la pared y observo su habitación en penumbras.

—Yuma, ¿me harías un chupón?

    Él se ríe.


    Llego en casa a las nueve de la mañana al día siguiente. Anoche, luego de hablar con Len y llorar he huido a lo de Yuma, quién me dio confort y calidez. Al entrar observo a mi madre, quién me mira sin inmutarse, Len le dijo que me había ido por la noche y ella me llamó amenazándome con que volviera a casa porque no toleraría tales comportamientos de mi parte, yo simplemente dije cinco palabras que la hizo cambiar de opinión. Está en la mesa de la cocina, fumando y notándose lejos.

—¿Cómo lo supiste?—Murmura, su voz sale rasposa, como si hubiera estado gritando durante horas y ya no tuviera voz para hablar.

—No fue difícil hacerlo, las llegadas tardes por la noche, tu exceso de trabajo... además, cada mañana te notabas renovada y feliz, y Hiyama igual, ignorante de lo que sucede en su propia casa—mi madre golpea la mesa y me hace sobresaltar, asustada doy un paso atrás.

—Ésta es mi casa, no olvides eso—murmura y se nota tan enojada, ella me observa y sus ojos claros pálidos se notan turbulentos—. Confío en que él no lo sabrá—yo me encojo de hombros.

—Eso depende—susurro, y ella me mira extrañada.

—¿Depende de qué?

—De que me des más libertad, Lily, no te culpo por lo que estás haciendo. No me interesa, si te hace feliz, ¿quién soy yo para impedirlo? Pero no me gusta que hieras a Hiyama así, solo lo aceptaré si me dejas hacer lo que quiera cuando yo quiera—ella parece pensarlo, no tan convencida.

—Sé que no soy la mejor madre, pero no es mi culpa, no esperaba tenerlos a ustedes así, por supuesto que no con él. Su padre era una escoria, y cuando se fue y no se hizo cargo hice lo necesario para que lo tengan todo, ¿no es momento de qué yo pueda elegir?—Parece al borde de las lágrimas y sin poder evitarlo me siento a su lado, tomando su mano y apretándola.

Bajo el agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora