¡nueve!

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Lo primero que puede sentir son las manos de Jongin apretadas a las suyas. Esas manos, un poco más oscuras que las propias pero aun así más suaves, le sujetan con fuerza mientras giran y giran. Van rápido, de prisa, y sus pies podrían haber roto un récord Guinness por no haberse tropezado todavía. Siente el cuerpo casi ajeno, extraño, liviano; el viento le golpea la cara y le desordena el cabello pero ellos siguen girando, sin soltarse, y se ríen mostrando los dientes hasta que finalmente la velocidad se cansa de que le tomen el pelo y los impulsa hacia atrás. Las manos de Jongin le sueltan, está seguro de las ajenas le sueltan primero, o quizás no, y es como recibir un golpe que en realidad no sabe adónde va. Si a su cara, a su estómago, o si se trata de un arrebato contra todo su cuerpo. La cuestión es que ruedan por la tierra y por el monte y Vivi pega ladridos de cachorro asustado.

Ya les habían prohibido ese juego, sin embargo, hacía falta más que una advertencia para que dejaran de imitar a los planetas. A Jongin le duelen los brazos, pero se ríe, porque la adrenalina le carcome el estómago y le causa unas cosquillas intensas. Sehun lo ve desde su distancia, sin moverse y con las rodillas manchadas de sucio. Las estrellas los aprecian desde las alturas, atentas, por lo que resoplan; sus niños son demasiado traviesos para su propio bien.

Cuando se levantan, Vivi se calla por fin, y él le hace la seña del shhh. Estando distraído, no se da cuenta de que Jongin corre dando saltos hacia él y con un impulso brutal, le carga por unos segundos antes de caerse a la tierra de nuevo. A Sehun le da gracia la expresión que pone al elevarle un instante, y ya echados uno al lado del otro, cara a cara con las estrellas que siempre esperan a la noche para decorar el cielo y ver sus intrépidas aventuras. Suspiran, y luego, el menor ladea disimuladamente la cabeza.

Ahí está, la chispa, el destello especial en los ojos de Jongin.

Sehun no puede aguantarse esta vez, y le pregunta:

—¿Estás contento? —volteando a mirarle, ignorando que ese destello especial se encuentra en sus propias orbes. Vivi se echa también, pero no fijándose en el cielo, sino en los sapos, aún saltando cerca de la barandilla.

—Sí —asegura Jongin, con el pecho subiendo y bajando, sonriendo en sus pupilas.

—Yo también —es todo lo que responde Sehun, regresando su vista hacia arriba. Cree que la conversación ha terminado pero no es así.

—Sehun.

—¿Innie?

—No me iré de la tierra.

—¿Por qué? —vuelve Sehun hacia él—, creí que querías irte lejos de aquí y...

—Mi planeta favorito es Jupiter, pero, tú eres mi ser favorito.

Sehun frunce el ceño ¿acaso eso es un halago? Vaya que su amigo no tiene tacto.

—¿Cómo es eso?

—De humanos y el resto de los animales, de los árboles y las flores, de las estrellas y los planetas y cualquier ser que pueda haber a años luz. Tú eres mi favorito. Sehun, mi mejor amigo.

Y el fruncimiento se convierte en un pequeño temblor, su corazón alzándose y volviéndolo torpe como cuando su madre le da un besito en la frente de las buenas noches. Ah, recordaba que hace poco le mintió a Kyungsoo sobre eso, diciéndole que su mamá no le besaba ahí desde los seis. ¡¿Por qué de pronto pensaba en cualquier otra cosa?! Cuando vuelve en sí, Jongin aún le observa, y solo entonces se da cuenta de que quizás aquellos ojos oscuros como los propios, no brillan de tal forma únicamente por el espacio exterior.

Se siente feliz. Y no le importa qué digan los adultos sobre si puede estarlo o no.

Ambos tienen nueve años. Y sí, tendrán sus problemas y malentendidos conforme crezcan, sus obstáculos, sus enredos, mas ambos serán mejores amigos hasta que se acabe el último rincón del universo.

—¿Me cantas una canción? —pregunta Jongin, acercándose dando una vuelta sobre sí mismo. Sehun se ríe, con las rodillas sucias y las mejillas rosadas. Les pica un poco el césped y de todas formas eso está en segundo plano.

—Claro, Innie. La que gustes.

alien friendly ✧ kaihunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora