「capíтυlo 10」

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Bastaron solamente esas palabras para que el corazón de Jimin quisiera saltar de su pecho. Los ojos de YoonGi mostraban sinceridad y a pesar de que el peli negro no logrará ver los ojos azulados del menor debido a la media máscara, éstos emitían un brillo de esperanza, porque creyó que YoonGi sería la persona que cambiaría su vida, y en realidad no se equivocaba, pero la pregunta era... ¿Para bien o para mal?

La mañana siguiente, Jimin despertó en cuanto los primeros rayos de sol iluminaron su rostro. Abrió un ojo con pereza y lo que encontró en el mueble junto a su cama, lo hizo sorprenderse y sonreír.

Se sentó sobre el colchón y tomó la hermosa rosa roja que había sobre éste, en realidad era muy bonita y se veía bastante fresca, algo que le llamó la atención. Después miró nuevamente la superficie y se percató de que también había una nota.

"Espero que hayas descansado bien, señorito enmascarado, ¿Podemos vernos en el jardín cuando despiertes?"

Jimin sonrió ampliamente y rápidamente bajó de la cama para dirigirse al armario y sacar un suéter blanco junto con un pantalón negro.

Se quitó la pijama y miró el collar con la perla que colgaba de su cuello y chocaba contra su pecho. Aveces resultaba molesto no podérselo quitar, pero aún así y restándole importancia se metió a bañar, y una vez que estuvo vestido y peinado tomó su media máscara para colocarla sobre su rostro, dejando al descubierto sus carnosos y rosados labios, mismos que pintó con un pequeño toque de labial rojizo, muy levemente y solo para resaltarlos.

Finalmente roció un poco de loción y peino una vez más su grisácea cabellera antes de salir de la habitación.

Para Jimin era algo inusual salir del interior, hacía tanto tiempo que no iba al jardín.

—¿Desea que le lleve el desayuno? — escuchó decir a una voz tras él. Se dió media vuelta y pudo ver Emma mirarlo fijamente.

—No, gracias. Desayunaré con mis padres en un momento.

—Oh — la chica frunció los labios y asintió — Entonces iré a ayudar en la cocina. Con permiso.

Emma caminó por el pasillo hasta desaparecer de la vista de Jimin, quien volvió a caminar unos segundos después de que ella se retiró.

Bajó las escaleras y al pasar por la sala de la casa, encontró a su padre leyendo unos documentos.

—Buen día padre.

El hombre levantó la vista y se sorprendió al ver a su hijo caminar hacia la puerta principal de la casa.

—Oh, buen día Jimin. ¿Saldrás? — preguntó un poco alarmado.

—Iré solamente al jardín, hace tiempo no voy.

—Ya veo... ¿No está YoonGi trabajando ahí?

—Quizá.

Sonrió de lado y sin más que decir, abrió la puerta, y al cruzar por el umbral, sintió los rayos del sol tocar su piel. Había olvidado lo bien que resultaba la brisa fresca chocar contra su rostro. Miró las rejas frente a él y por un momento quiso salir de ahí, pero después negó con la cabeza y dió la vuelta para dirigirse al jardín de la casa.

Caminó algunos pasos hasta que por fin vió a YoonGi juntando un par de hojas secas en el suelo. El jardín lucía distinto, ya no se veía tan mal.

—Buen día — saludó él con las mejillas levemente ruborizadas.

El peli negro se dió vuelta y las mejillas del peli gris se encendieron aún más cuando notó la playera de manga corta que usaba YoonGi, sus brazos se veían fuertes y a través de la tela blanca podía apreciarse un torso bastante tonificado.

Jimin desvío la mirada aunque el peli negro no pudiera verlo, y YoonGi secó el poco sudor que escurría de su frente, después estiró la playera pues la tela se pegaba gracias al sudor.

—Buen día, señorito.

—¿Querías verme?

—Si, quería mostrarte algo.

Jimin asintió y YoonGi le extendió su mano. El menor un poco avergonzado la tomó y se dejó guiar por él a través del jardín hasta llegar a la parte trasera, y ahí de detuvo en seco. Sus ojos brillaron de emoción cuando notó que el viejo rosal estaba vivo de nuevo.

—¡YoonGi! ¿Cómo lo hiciste?

—No lo sé, la verdad no sé mucho sobre estas cosas pero me dí cuenta hace un par de días. La rosa que dejé en tu habitación, fue la primera que abrió.

—¡Es increíble! — chilló feliz acercándose — Con Kyllian lo mirábamos muy seguido — soltó sin pensar en sus palabras.

—¿Kyllian? — preguntó Min un poco confundido y curioso— ¿Quién es él?

Cuando Jimin escuchó aquel nombre salir de boca del peli negro, su corazón latió rápidamente y palideció.

—N-Nadie...

—¿Jimin?

—Y-Yo... — se dió vuelta y miró a YoonGi. Su expresión mostraba confusión, pero los recuerdos azotaron cruelmente al peli gris, trayendo consigo toda esa revoltura de sentimientos de aquella noche... Y empezó a perder el control.

Las venas comenzaron a marcarse por todo su rostro, extendiéndose hasta su cuello e incluso sus manos, y sus ojos se enegrecieron.

—¿Jimin? ¿Estás bien? — preguntó YoonGi preocupado.

—Tengo que volver adentro — respondió de inmediato y empezó a caminar rápidamente hasta que una mano lo detuvo del brazo.

—Jimin — lo apretó fuertemente y el menor empezó a desesperarse, el rosal lentamente comenzó a morir, al igual que todos los árboles y plantas de los alrededores.

—Suéltame — susurró entre dientes. Y la perla empezó a brillar — ¡Suéltame!

Las aves que volaban cerca empezaron a caer una tras otra sobre el pasto seco, y YoonGi por fin soltó el brazo de Jimin.

Sus ojos estaban abiertos con sorpresa, pero no demostraban miedo.

El peli gris comenzó a llorar y se dejó caer de rodillas al suelo. Se sentía tan solo, tan incomprendido y sufría en silencio, aparentando ser fuerte, fingiendo que no le afectaba ser llamado "monstruo", pero de pronto sintió unos brazos rodearlo y lentamente se fue tranquilizado.

—No quiero lastimarte — habló el menor aferrándose a la playera del peli negro.

—No lo harás — Jimin poco a poco se fue relajando hasta sentir una paz interior que no había sentido antes, cerró sus ojos y disfrutó las caricias que el mayor daba en su cabellera. La perla dejó de brillar y sus ojos volvieron al azul intenso de antes.

Jimin estaba más tranquilo ahora, pero en ese mismo instante YoonGi sentía como si algo quemara horriblemente por dentro, jamás imaginó que el poder de Jimin fuera tan grande.

Sin embargo, y luego de unos segundos, sus iris negras lentamente fueron tomando su color natural y el dolor se desvaneció paulatinamente.

Cerró sus ojos de igual manera y besó la cabeza del menor. Él tampoco era un chico común.

вajo la мáѕcara || уσσимιиWhere stories live. Discover now