Veintisiete

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—Te extrañé. —La chica frente a mí me abraza con la misma fuerza descomunal con la que yo lo hago.

—Sí, estos... diez días sin ti han sido difíciles, Jen —mi sarcasmo queda amortiguado por su cabello.

—Ambas sabemos que también me extrañaste, Tess, no hace falta ocultarlo.

—Sí, claro.

Luego del drama de nuestro reencuentro dejamos el porche de la casa de mi amiga atrás y nos adentramos en esta. Jen carga mi bolsa de dormir mientras yo acarreo mi mochila llena de comida, mi piyama, mi peine y cepillo de dientes, el cargador del teléfono y maquillaje. Tener una piyamada es parecido a mudarte a la casa de tu amiga unas horas. Pasar la noche allí, empacar y volver con la mitad del millón de cosas que llevaste porque te las olvidaste en la casa de la misma es a lo que se resumen las nuestras, quitando el escándalo, el karaoke a las cuatro de la mañana y nuestras pláticas locas.

Dejamos todo en su habitación y bajamos a la sala.

—¿Cómo estuvieron tus fiestas? —pregunta.

—Bien.

—¿Solo bien? —Se voltea hacia mí. —No hay manera de que haya estado solo bien. ¡Estabas con Kieran Kavinsky! —Mueve sus manos frenéticamente. —Esperaba un "fabuloso", "genial", o algo más que un "bien".

—Sí... tal vez yo... —digo cabizbaja —bueno... tal vez metí la pata en Navidad.

—¡Tessa! —Decir que ella luce molesta es poco, creo que si sigue mirándome así podría ahorcarme solo con sus ojos.

—Pero lo arreglé, todo salió bien y nos reconciliamos en Año Nuevo. —Le aseguro antes de que me mate.

—¿Qué le hiciste? —Camina a su refrigerador y saca un pote de helado mientras yo traigo las cucharas.

—Nada —digo sanjando el tema y cambiándolo rápidamente. —¿Cómo estuvieron las cosas por aquí?

Sumerjo la cuchara en el helado para luego llevármela a la boca.

—Bueno, mamá hizo brownies, la tía Glenda no soltó su copa en toda la noche y la abuela nos llenó a todos de chocolate caliente. Creo que engordé un par de kilos. —Jen hace una pequeña pausa con la cuchara a medio camino hasta su boca. —Y no creas que no me percaté del giro brusco de la conversación, Theresa Greir. Aún sigo esperando la historia detallada de que ocurrió contigo y Kieran.

—Deja de buscarle la quinta pata al gato. Ya te he contado todo. —Le aseguro.

—¿En serio? Porque mi sexto sentido me dice que el gato no tiene cinco patas, sino que tiene seis y tú no saldrás de aquí hasta que me digas todo lo que ocultas. Sabes perfectamente que mi sexto sentido nunca falla, así que comienza a hablar, muchachita.

Se acomoda en el sofá, poniendo una expresión seria, esperando a que inicie mi confesión. Cuando me llama muchachita sé que me he metido en problemas.

—No hay nada que no te haya dicho ya.

Excepto que mi relación con Kieran es una completa farsa. Él no siente nada por mí. Lo estamos fingiendo todo o, mejor dicho, lo estaba haciendo, ya que puede o no que en mí haya nacido cierta atracción hacia Kieran. Tal vez sí, o tal vez sea algo hormonal... Digo, tiene que ser algo hormonal. Definitivamente. El asunto es que hormonal o no Jen no debe saber esto. Aunque tarde o temprano lo sabrá. Debería decírselo ahora. Ayudaría tener a alguien a quien poder hablarle de mi confusa vida amorosa. Además de que ya comienzo a sentirme culpable.

Tonta conciencia.

—Solo dime, Theresa.

Por unos segundos reina el silencio hasta que mi conciencia toma el control y cuenta toda la historia por mí.

Ayudando al PlayboyWhere stories live. Discover now