Treinta y cinco - Especial San Valentín

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Llevo cuatro días guardando reposo o, como Jen le dice, pudriéndome en una cama. Una eternidad. Normalmente, me agrada el sedentarismo, pero la estúpida gripe me está dando demasiado tiempo para pensar y, llegados a este punto, me conocen lo suficiente como para saber que soy ese tipo de persona que le da infinitas vueltas a cada pensamiento que le ronda por la cabeza. Lo detesto, sin embargo, no puedo evitarlo.

Así que sí, he estado pensando en Kieran más veces de las que me gustaría admitir. He tratado de darle otro sentido a sus palabras. No obstante, la única conclusión a la que he llegado una y otra vez es que es un idiota. Cosa que ya todos sabíamos. Y digamos que no me he tomado mi resolución de la mejor manera. Lo he estado evitando a él, a sus mensajes, a sus visitas...

Al menos Ryan ha estado aquí para distraerme y hacerme compañía.

—Entonces —dice mientras se recuesta a mi lado en la cama —, ¿qué veremos hoy? ¿Friends o Friends?

—No lo sé —pronuncio dubitativamente, siguiéndole el juego —. Tal vez deberíamos ver... ¡Friends!

—Es una idea genial.

Toma el control remoto y busca la serie en Netflix. Segundos después, ya la estamos viendo. Y, tan rápido como se reproduce ese capítulo, ya estamos poniendo el otro.

Me estoy riendo de Chandler cuando Ryan decide interrumpir:

—Si hubiera sabido que hacían falta chistes malos para robarte una risa, hace mucho que te hubieras enamorado de mí.

Giro mi cuello en su dirección.

—¿Cómo dices...? ¡Chistes malos! —Levanto mi dedo índice y lo agito en frente de su cara —. Chandler Bing y sus chistes son los mejores.

Acerca su cara a mi rostro y susurra:

—Claro que no.

Tomo la almohada a mi lado y la estampo en su mejilla para demostrar mi indignación de forma exagerada.

—Claro que sí —replico.

No parece muy feliz con mi arrebato. Su semblante podría definirse como maquiavélico y entretenido. Veo que se prepara para atacar justo cuando Jen entra al cuarto y nos da un ligero vistazo lleno de confusión.

—Prefiero no preguntar —concluye luego de examinar la escena ante sus ojos.

—Buena decisión —concuerda Ryan —. Ahora que llegaste para relevarme, tal vez debería irme. —Se incorpora para ponerse su chaqueta. Camina hacia la puerta —. Te recomiendo que no la molestes —le aconseja a Jen como si yo no estuviera aquí —, hoy está de malas.

Ruedo los ojos.

—¿Cuándo no lo está? —bromea ella.

—Puedo escucharlos , ¿saben?

Ryan suelta una breve carcajada y toma el pomo de la puerta.

—Adiós, señoritas. —Se retira.

—Adiós —decimos al unísono.

A continuación, Jen se voltea hacía mí y hace una mueca. Ya saben, esa en la que las personas pronuncian un "¡WOW!" silencioso con asombro y fascinación.

—¿Por qué haces eso, Jennifer?

Se arroja de espaldas a la cama y me observa desde su posición.

—¡¿Qué no es obvio?! —Frunce las cejas.

—¿Qué?

—Le gustas.

La risa emana de mí, sin poder contenerla.

Ayudando al PlayboyWhere stories live. Discover now