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Por favor dime que el disfraz no es un castigo por lo que pasó la otra noche, porque de ser así me sentiré realmente culpable.

—No, tranquila, que tu conciencia siga en paz y armonía.

Bueno, intentaré que sea así. Por cierto, hablando de eso, quería agradecerte lo que hiciste el Sábado, fue muy lindo de tu parte el querer ayudarme con mi problema cuando no era tu obligación.

—No fue nada, chica palomitas.

Y dime, ¿cómo hiciste para arreglar todo el desastre?.

—Nada que una aspiradora no pueda hacer.

¿De dónde sacaste una aspiradora?.

—¿Cómo crees que se limpian las alfombras de las salas, con un cepillo?.

Es increíble como en cuestión de segundos pasas de ser alguien super gentil a ser alguien sarcástico y bromista.

—Lo siento, pero una parte de mí me dice que debo molestarte y no puedo controlarla.

Yo tampoco podré controlar las ganas de arrojarte las palomitas a la cabeza si no dejas esas bromas.

—Sé que amas mis bromas.

No, lo que amo son las palomitas de mantequilla.

—Sí, ajá, lo que digas.

En fin, me encantaría seguir diciéndote el cuanto amo las palomitas, pero, mi función ya va a comenzar así que debo irme, nos vemos Alan, o debo decir: mascota de CineMundo.

—Nos vemos, chica que ama las palomitas.

PalomitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora