Catorce: habla con él

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FARRAH

El miércoles regresó del trabajo cuando ya estaba anocheciendo. Era capaz de sentir el olor de la cocina impregnado en su cabello y las plantillas de sus zapatillas ya no se sentían como plantillas, sino como un trozo del suelo pegado a la suela de su pie.

Dejó su mochila en el piso apenas entró y sintió como si acabara de quitarse el peso de todo el día de las espaldas. La casa aún seguía oliendo a polvo a pesar de haber barrido cada rincón y estornudó.

Se sentía sucia.

Pero tenía que hablar con Jordan, porque Marco era un inútil y posiblemente, si dependiera de él, no haría más que estropear la situación y lastimar a Lola.

Sacó su teléfono del mueble en el que lo había dejado y buscó entre sus contactos a Jordan. No solía llevarlo al instituto porque le daba miedo que se lo robaran y no pudiera reponerlo. De todas formas, las únicas persona con la que hablaba eran dos de sus hermanos, porque a Marco solía dejarlo en visto.

Ya no tenía internet y el dinero no le alcanzaba para hacerse otra recarga, pero aún le quedaban los mensajes gratis.

Farrah: Ayúdame con una tarea.

Se mordió la uña y aguardó en la entrada de su casa mientras se quitaba el calzado con los pies.

Jordy: No.

Miró a la pantalla molesta

Farrah: Junto mis cosas y voy.


Jordy: Vete a la mierda.

—¿Dónde crees que estoy, Jordan? —le dijo a la pantalla de su teléfono.

Luego de más de una semana compartiendo clases con él y reuniéndose para hacer los trabajos ella se había dado cuenta de que que el muchacho solía tener rachas aleatorias de buen y mal humor. Los primeros días fueron confusos porque no sabía si lo encontraría soltando risas por todo, durmiendo o con muy poca paciencia.

Se quitó la playera y tomó otra un poco más limpia que encontró colgada en una silla, dejó el teléfono sobre la mesa y salió, descalza. Notó la luz de su jardín trasero encendida y caminó hasta la parte trasera de su casa, se acercó a la reja que la separaba  de la del muchacho y comenzó a escalar. Se generó un sonido similar al del tintineo, pero no le importó.

En realidad, no le interesaba ser vista u oída.

Pasó una pierna hacia el otro lado y luego la otra, dispuesta a comenzar a descender cuando la voz del castaño la paralizó en su lugar.

—¿Qué crees que haces?

Con las manos aferradas al alambre de la reja, Farrah giró un poco la cabeza para intentar mirar por sobre su hombro. Alcanzó a verlo de reojo, no muy bien, e intentó pensar qué responder a aquella pregunta sin sonar muy invasiva o desquiciada. Aunque sí lo fuera.

Sonrió.

—Hola ¿Qué tal?

Oyó el crujir de las hojas secas en el suelo y supuso que se había acercado un poco a ella.

—Baja de ahí ¿Quieres?

La pelirroja suspiró y procedió a continuar su camino hasta abajo. Recién entonces se giró para verlo, parado junto a un árbol, con un rastrillo en su mano y un cigarro entre sus dedos. Aún llevaba la ropa del instituto.

Pensó en decir algo sobre que no debería fumar mientras junta las hojas secas, simplemente para molestarlo, pero entonces reparó en algo

—¿Tú no tenías partido hoy?

Romeo, Marco y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora