La Novena Puerta

22 5 2
                                    

Conseguí aplazar 3 días más la muerte lenta de trabajar por un salario miserable haciendo rico a un imbécil.
No sé para qué me quejo habiendo tanta gente en peor estado, nada de lo humano me es ajeno.

Fingir estar enfermo no es nada justo pero la justicia es sólo un concepto no es algo que exista, donde, valga la redundancia, fuese justo que existiese.

Fui al hotel Two Lakes ayer por la noche, un domingo lluvioso sin música, sin cine y sin soledad. No queda más remedio que cojerse a quien está al lado así sea una monja horrible de 70 y con dentadura postiza. Irene no estaba nada mal, joven de 23, guapísima. No soy muy bueno detallando características físicas resumo en que 9 de 10 de mis amigos se la cojerían y hasta pagarían por ello.

Se acuesta conmigo desde hace 2 años, la encontré en una biblioteca leyendo a Sabato y en otra ocasión a Bukowski. No podía perder a una mujer tan abierta mentalmente... Traté de ser dulce y amistoso y al principio se comportó normal, una semana después se estaba quitando el sujetador mientras yo sacaba una cerveza del refrigerador en la sala de su casa. Lo hacíamos no por más de una hora y al terminar me hablaba de todo lo que se le ocurría, la intrigaba o apasionaba.
Nunca me quedé a ver como dormía y hacerle el desayuno... Temía enamorarme o aburrirme. Soy una mierda estando enamorado no quería herir a nadie menos a la única compañía para las noches lluviosas.

—Dicen que eres bueno en eso, así que te probaré.-propuso en medio de una sonrisa y silencio de mi parte-

—No soy bueno, en la baraja particularmente nadie lo es, es un juego donde la mejor trampa gana.

—No me harás trampa ¿Verdad?

—El juego es una trampa Irene.

Terminamos no como esperaba realmente, sí, ella acabó desnuda pero yo acabé en boxers y eso no estaba planeado. Pero la vida se improvisa o al menos eso aprendí de ella.

Sueños Equivocados Where stories live. Discover now