Desamar

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Ojalá que los sentimientos vinieran por separado, sería tan fácil desprenderse de ellos...

Estaba a en un bar, por primera vez en años, se que suena tonto porque trabajo en uno. Pero no es lo mismo estar sirviendo los tragos de los imbéciles que pretenden huir de sus problemas emborrachándose que ser el imbécil que se emborracha porque le da gana, porque quiere saborear la utopía de ser libre dentro de la cárcel que nosotros mismos creamos y nos adentramos ahí como idiotas. Quería ser libre de sentimientos, de culpas... De la realidad.

El alcohol y yo no somos tan cercanos a decir verdad, no entiendo a la gente alcohólica ni a la que toma poco y no se emborracha, a mi parecer el ron y la cerveza saben horribles y si tomo es porque me quiero emborrachar hasta terminar cantando canciones de Nirvana y después de Jose Alfredo Jiménez para variar sutilmente.

Había un comediante presentándose en el bar (vaya lugar), hacía chistes sobre suegras, matrimonios y hasta de los borrachos se mofaba el imbécil.
Cada vez que hacía uno de esos chistes se hacía un silencio por un lapso corto ni 2 segundos quizá, no sabía si alguien iba a sacar un arma y llenarle las pelotas de plomo al imbécil o sólo lo iban a sacar a patadas, el tipo parecía no notarlo y siguió con su monólogo.

La vida siguió como cualquier cosa que no tiene mucho sentido, los tragos llegaron e hicieron lo que tenían que hacer. Empecé a hacer estupideces, no a tal grado como mofarse de borrachos en un lugar donde el 80% de los presentes no están precisamente sobrios... Pero sí hice notar el mal gusto en los chistes del imbécil, escuché una silla estrellarse en la pared y fue como la señal para salir corriendo como estúpido. Resbalé en las escaleras me di en  el trasero y en mi ebrio ego, pero tenían razón, no pensé en ella en todo ese lapso. Me muero por repetirlo.

Sueños Equivocados Where stories live. Discover now