Esperanza

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Estaba saliendo del hotel barato en el que había acomodado mi trasero los últimos días, con lo que quedaba de una botella de vino de ese de tan mala calidad que sabe más a jugo de arándanos y calcetines que a vino, de esos que se les queda medio corcho adentro. Amo un buen vino, detesto a muerte uno de mala calidad... Bebo los dos.

Me senté en un parque, no, no sé el puto nombre del parque... Apenas sé el mío y que es un horrible nombre. David, a la mierda el rey David o la puta que lo parió sigue siendo un nombre horrible aunque un dios se llame así.

A pesar de que el sol me daba en la cara logré verlo, estaba ahí solo, desamparado, algo así como mi trasero pero menos hediondo. Lo había visto un par de beses cuando iba al trabajo, el maldito no se movía de ahí... Vi una película cursi como una cagada incrustada por una flor, donde un perro espera a su dueño que está muerto hasta que muere. Me dio un poco de lástima pensar que esa era la situación de mi amigo canino, le pregunté a un oficial que rondaba por ahí sobre el perro... No me dijo una mierda.

Después de mucho pensarlo, decidí llevarlo conmigo.

El señor Usumaki parecía encantado con el perro, me habían contando que los recibían ahí y te daban un poco de dinero por llevarlos. Hice una buena obra y tengo dinero para otra botella de vino barato y una cajetilla de cigarros, no soy tan malo después de todo.

Sueños Equivocados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora