Parte 2

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Las "selecciones" se hacían generalmente en aquellas paradas. Asistían a ellas las mujeres de las S.S., Hasse e Irma Griese, o el doctor Mengerle, el doctor Klein y otros jefes nazis. Cada vez, escogían cierto número de internadas, indudablemente con el fin de un posible "traslado".
Antes de conocerlos, ya había oído yo hablar a las internadas más antiguas de que el doctor Mengerle e Irma Griese eran los amos del campo y que ambos eran bien parecidos. Pero, a pesar de todo, me quedé verdaderamente sorprendida al ver lo bellos y atractivos que eran.
Sin embargo, había cierta ferocidad en los ojos de Mengerle, que inspiraba poca confianza. Durante las selecciones nunca decía una palabra. Se limitaba a quedarse sentado, silbando entre dientes y señalando con el pulgar bien a la derecha bien a la izquierda, con lo cual indicaba a qué grupo tenían que incorporarse las seleccionadas. Aunque sus decisiones significaban la liquidación y el exterminio, tenía el aire de indiferencia jovial y festiva de un hombre frívolo.
Cuando clavé los ojos en Irma Griese, me pareció que una mujer tan hermosa no podía ser cruel.
Porque, verdaderamente, era un "ángel" de ojos azules y cabellera rubia.
De cuando en cuando, se llevaban a algunas prisioneras a las fábricas de industrias de guerra, pero generalmente las seleccionaban sólo para las cámaras de gas. Cada vez retiraban de veinte a cuarenta personas por barraca. Cuando la selección se verificaba en la totalidad del campo, eran enviados a la muerte de quinientos a seiscientos seres humanos.
Las elegidas eran inmediatamente rodeadas por Stubendiensts, quienes tenían la obligación, bajo pena de crueles castigos si no lo impedían, de evitar que se escapase nadie. Los hombres y mujeres condenados a muerte eran llevados hacia la entrada principal. Allí los esperaba un camión para trasladarlos a las cámaras de gas. Cuando el cupo de la muerte estaba completo, los mandaban a barracas especiales o a los lavabos, donde esperaban horas enteras, y a veces días, a que les llegase el turno de perecer en la cámara de gas. Todo se llevaba a cabo con exactitud y sin el menor indicio de compasión por parte de nuestros amos.
Además de las formaciones, había lo que se llamaba "Zahlappels", que se realizaba dentro de la barraca. De repente, el edificio quedaba aislado, y el médico jefe de las S.S., asistido por una doctora que estaba a cargo de las deportadas, y que ella misma era una internada, se presentaban allí y procedían a efectuar selecciones adicionales.
Se mandaba a las mujeres que se despojasen completamente de sus andrajos. Luego, con los brazos en alto, desfilaban ante el doctor Mengerle. No puedo imaginarme qué era lo que le podía interesar en aquellas figuras demacradas. Pero él escogía a sus víctimas. Se las hacía subir a un camión y eran llevadas a otra parte, completamente desnudas como estaban. Todas las veces resultaba este espectáculo tan trágico como humillante. Constituía una humillación no sólo para las pobres sacrificadas, sino para toda la humanidad. Porque aquellos seres desgraciados que eran conducidos al matadero seguían siendo personas humanas. . . como usted y como yo.

Los hornos de HitlerOù les histoires vivent. Découvrez maintenant