Parte 6

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No sólo llegaban prisioneros del Este. También recibíamos grandes contingentes de elementos de la resistencia, valientes que habían aguantado hasta el último momento y otros "indeseables" del Oeste.
En septiembre de 1944, llegaron muchos belgas antes de que se liberasen los Países Bajos. También hubo judíos procedentes de Teresienstadt. En los trenes diarios de deportación llegaban griegos e italianos. Los últimos habían pasado algún tiempo en las cárceles de la península; pero, a medida que avanzaban los Aliados las prisiones eran vaciadas y sus ocupantes mandados a Birkenau. Tenían ya la moral por los suelos, y la mayor parte eran viejos que no lograban adaptarse a las condiciones del campo de concentración. Abundaban entre ellos los suicidas.
La llegada de aquellos contingentes produjo cambios dentro del campo. Más que nunca, Birkenau se convirtió en una Torre de Babel, en la que se hablaba toda índole de idiomas y se practicaban las costumbres más diferentes. El único elemento "estable" eran los antiguos "Schutzhaftling", o sea, los empleados del campo, que oprimían cruelmente a los recién llegados. Eran verdaderamente los criados dóciles del Estado Alemán.
Birkenau recibió también prisioneros de los cercanos campos de trabajo, que ya no servían para la máquina de guerra alemana. De Auschwitz-Birkenau solían mandarse los presos más robustos a la región de Ravensbruck, donde había muchas fábricas de armamentos. Los que caían enfermos eran devueltos so pretexto de que necesitaban atención médica. Pero, en realidad, se los debilitaba y desalentaba, hasta el extremo de que ya no tenían deseos de vivir.
Los cadáveres de los ejecutados en los campos de concentración vecinos eran también mandados a Birkenau. Los hornos de nuestros crematorios estaban atendiendo indudablemente a una vasta región.
La preferencia que sentían los alemanes por la incineración no se debía, ni mucho menos, a consideraciones higiénicas; les ahorraba los entierros y les permitía llevar a cabo mucho mejor la recuperación de materiales valiosos.
¡Había trenes que llegaban a Birkenau... procedentes de Birkenau! Un día se anunció que iba a formarse un tren de presos con destino a Alemania para trabajar en fábricas. Todo ello se llevó a cabo como si fuese un acontecimiento de cada día. Los deportados abordaron los camiones sin que se les hostigase ni molestase demasiado. El tren empezó a moverse, ejecutó unas cuantas maniobras, partió de la estación y se perdió a lo lejos con destino desconocido. Al cabo de unas horas, regresaba el mismo tren con los mismos pasajeros a Birkenau, y los deportados fueron llevados directamente al crematorio.
¿A qué se debía el que los alemanes apelasen a maniobras tan complicadas? ¿Se efectuó aquella operación de acuerdo con un plan, o fue más bien resultado de una confusión administrativa? Sea de ello lo que fuere, el caso es que lo que he referido es rigurosamente cierto en todos sus detalles.
Otro día, arrancó también un tren de deportados "para trabajar en una fábrica alemana". Días después, el servicio de desinfección del campo entregó una cantidad considerable de ropa, que no era sino las pertenencias de nuestros desaparecidos compañeros. Habían salido no para Alemania, sino para el otro mundo. Nadie supo dónde ni en qué circunstancias fueron ejecutados aquellos pobres prisioneros.

Los hornos de HitlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora