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El emperador otomano se sentó correctamente en su trono. Hoy venía una nueva tanda de esclavos sexuales, estaba emocionado. Serían todos jóvenes de entre quince y dieciocho años. El ya tenía veinticuatro pero aun permanecía su adoración por la gente muchísimo mas joven y débil, le excitaba tanto. Amaba torturarlos y follarlos haciéndoles tener más de dos orgasmos, le encantaba llenarles el interior con su semilla. Ahora mismo lucía unas prendas color crema y el pecho descubierto, varios jóvenes comenzaron a entrar.

Básicamente el sultán fue uno de los revolucionarios ya qué pasó a eliminar el harem o al menos en su mandato. Odiaba tener tantos jóvenes hermosos en un solo cuarto, ya lo había intentado y siempre se terminaba quedando con uno solo. Pero de una manera completamente sexual, le gustaba follarse al omega elegido todos los días hasta aburrirse. Unos cuantos comenzaron a pasar, nada muy magnífico. Algunos eran lindos, otros no tanto. De todas formas el problema no era aquel, necesitaba encontrar a alguien que tenga ese algo especial. Que sea capaz de provocarlo y seducirlo con solo una mirada.

Un omega asustado, tembloroso y nervioso se hizo presente en el palacio. El hecho de que el lugar apestara a alfa no lo tranquilizaba en lo absoluto. Hijo de humildes aldeanos, que había sido privado de su hogar por ser considerado atractivo para el sultán. Comenzaron a vestirlo con telas tan finas que ni siquiera se había imaginado que existían, el atuendo era precioso, pero él no, no encajaba con los demás jóvenes omegas, bonitos y delicados. El olor penetraba en sus pulmones con fuerza, haciéndolo estremecerse. Fue su turno de pasar y sus ojos quedaron encandilados con la belleza del alfa frente a él, era increíblemente atractivo.

El omega soltaba un olor ridículamente hermoso. Era tan sexual y fuerte, como flores impregnadas de almíbar. El sultán llevó sus ojos examinando el cuerpo una y otra vez, era un chico omega al extremo. Débil, pálido, cuerpo pequeño, caderas y cintura bien marcada.

—Date la vuelta.— Ordenó con una sonrisa maliciosa, quería ver si en el trasero estaba también dotado.

El menor mordió sus labios intentando no vacilar y asintió, dándose la vuelta como el sultán había indicado. No estaba en posición de discutir con él y menos si quería conservar la cabeza. Escuchó unos pasos firmes y pesados a su espalda, cosa que lo hizo asumir que el alfa se encontraba caminando hacia él. Sin dudarlo, unas grandes manos tocaron el trasero del menor. La gente soltó una pequeña exclamación, joder debían acostumbrarse. Toqueteaba con fuerza, sintiendo la carne que tenían esos hermosos glúteos. Luego subió sus manos y le apretó las tetillas —¿Cómo te llamas?.—

—Sti-Stiles.— Murmuró cerrando los ojos ante los toques tan toscos pero placenteros que le brindaba el más grande. No quería gemir, pero demonios, era imposible no hacerlo mientras sentía aquellas manos inmiscuirse en su intimidad de una manera dolorosamente placentera.

—Stiles, como sabrás soy Derek Hale tu sultán. —Murmuró de una forma tan ronca y grave que algunos se estremecieron. Si agudizaba el oído podía oír los pequeños jadeos del omega y su corazón acelerado, era tan malditamente sumiso. —Me gustas, enciérrenlo en mi habitación necesito probarlo mejor.—

Uno de los hombres encargados tomó a Stiles con firmeza pero suavidad del brazo, llevándolo hasta la habitación del sultán, que era tres veces más grande que su propia casa, exagerando...o tal vez no tanto. Se quedó de pie esperando a Derek, no sentía la libertad de sentarse en algún lado.

El sultán continuó examinando a unos cuantos, pero demasiado tarde. Stiles era el elegido, ese precioso castaño. Ya con solo pensarlo desnudo se le ponía dura, muchos notaban esto por el olor que estaba segregando —Señor, creo que podemos finalizar la sesión por hoy. —El sultán asintió con la cabeza, definitivamente sus ayudantes lo conocían bien. Ya sabían que había elegido a Stiles.

Obedéceme || Sterek +18 (Pausada)Where stories live. Discover now