Rosa dos: Mi verdadero yo.

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₪ Rosas de cristal. ₪

Rosa dos: Mi verdadero yo.

Estaba en la oficial leyendo unos papeles que me habían encargado por parte de la sección de compras. Ser la dueña de una empresa multimillonaria era un trabajo realmente pesado, y más aún cuando no sabes la mayoría de los asuntos a tratar en las montañas de documentos que debes leer y verificar antes de poner una firma delante de ellos. Eso era realmente aburrido. Contemplé mi gran oficina vacía, el escritorio metálico estaba en el centro, dos sillas -para quienes viniesen- estaban delante de mí, un gran ventanal en mi espalda que cubría toda la pared, a los lados habían pinturas que, en mi opinión personal, hacían el entorno más gris de lo que ya era, un pequeño dispensador de agua estaba a mi lado derecho y una cafetera a su lado. En mi escritorio, que estaba lleno de papeles, tenía un ordenador inmenso, esa cosa quería emular a una de las primas computadoras existentes, un pequeño portalápices estaba lleno de plumas y, a su lado, estaba dos móviles. El mío negro con el logo de una manzana mordida, y el otro que usaba sólo para negocios que era más grande que el propio y tenía el sistema operativo de la competencia del mío. 

Me incliné en mi silla, ya estaba rendida de tanto papel que leer y que firmar. Visualicé mi celular y cubrí toda la oficina con mi plano visual. No había nadie. Yo era la única ahí. No molestaría a nadie si ponía algo de música, ¿no? Busqué mis audífonos en mis bolsillos y me di con un gran descubrimiento. «Maldición, no los traje...» susurré por lo bajo. Sólo habían dos cosas en el mundo con las cuales jamás salía de casa: sin mis guantes, y sin los audífonos. Bufé resignada, quería escuchar música. Moví mis ojos de lado a lado para cerciorarme de que nadie estaba por ahí. ¿Y si sólo la ponía? Nadie lo notaria... la pondría muy, pero muy bajito... ¿no? Tomé mi móvil, lo desbloqueé y abrí el reproductor de música. Nadie se daría cuenta al final. Busqué en mi lista de reproducciones donde tenía las canciones de una banda española llamada "Hombres G", era muy buena. El tema que sonaba era uno llamado "lo noto", pues fue la que salió al azar cuando sacudí mi celular, ya que no podía elegir una canción en sí. Esa canción era muy buena, hablaba de una relación que estaba muriendo, en fin, excelentes tema musical si te sientes deprimido por una relación que se iba al demonio. En mi caso, sólo la escucharía porque fue la primera que salió. 

Mientras escuchaba la canción, seguía trabajando, era realmente feliz. Entre el rito de la tomada musical y le letra, yo firmaba las cosas que eran necesarias y las que no, se iban a la papelera de papeles para reciclar. Mi pie se movía con el ritmo de la música y mi cabeza iba por ese camino. Hasta que la puerta se abrió de repente. «Uy, no», pensé al reconocer a uno de los ancianos que me supervisaba a nieve laboral. Una de las reglas más importantes de nuestra corporación era la de mantener el decoro, y entre eso, era simplemente no escuchar nada de música mientras trabajabas. O en mi caso particular. Nada de música "ruido" como le decía aquel señor. Enseguida paré la canción, pero ya era tarde, había llegado justo en el momento donde el vocalista decía cierta palabra obscena que una empresaria no debía conocer o implementar en su vocabulario diario. ¡Pero eran Hombres G! ¡Sus canciones son así! Pensaba en vano, pues sabía que el anciano que ahora se encaminaba a mi escritorio con el ceño fruncido no entendería aquello. Nadie en la oficina lo entendería. 

— Señorita Elsa, ¿estaba escuchando ese ruido de nuevo? — Preguntó notablemente molesto. 

— No es ruido... es rock... — Musité la explicación. — Estaba aburrida firmando todo esto, simplemente quise poner un poco de ambiente... 

— ¡Señorita! — Aporreó sus manos contra el escritor. — Sabe perfectamente que una empresaria como usted no debe escuchar esa clase de ruido, no va con su porte. Es más. No tiene tiempo para música o cosas así. Tiene una empresa que dirigir, empleados que organizar y papeles por firmar. Absténgase de escuchar esa, esa, esa cosa. Recuerde que hoy tiene una reunión con unos comerciantes, aún no confían en usted y quieren una junta privada. Por cierto, ya llegaron y piden su presencia en estos precisos momentos. Y por favor, evite dejar estas cosas por ahí. 

Rosas de CristalWhere stories live. Discover now