Rosa cinco: Pétalos caídos.

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₪ Rosas de cristal. ₪

Rosa cinco: Pétalos caídos.

¿Dónde estaba? No lo sabía. Sólo había pura oscuridad en ese lugar. Mi ropa era la misma que siempre usaba cuando salí a algún lugar con Jack: Una camisa de chico con el logotipo de «Minecraft» de color azul, un pantalón pegado negro, mis convers azules y mi chaqueta blanca con adornos azules que se iban desvaneciendo mientras ascendía. Puse mis manos en mis bolsas e inicié a caminar sin rumbo fijo. Donde sea que pisaba, la escarcha se iba imponiendo bajo mis pies. Sentí frío. Me puse la gorra de mi chamarra que tenía los mismos adornos que la parte inferior y me la cerré por completo. ¿Dónde demonios estaba? Sabía que era un sueño, pues dudaba mucho que de estar acostada en mi cama a encontrarme en un lugar donde lo único que veía era oscuridad no era muy normal de digamos. Mientras traba de encontrarle una lógica a tal peculiar sueño, noté que una luz apareció ante mi -se parecía al hada de "La leyenda de Zelda"- y se empezó a mover diciéndome mudamente que la siguiese. De acuerdo. Esos bastardos me habían golpeado muy fuerte en la cabeza como para que en mis sueños apareciera esa jodida hada que en vez de ayudarme me lograba sacar de quicio, al final terminaban jugando Super Smash Bross.

Seguí al hada sin mucho ánimo, no quería correr sinceramente. De repente, un haz de luz invadió la oscuridad y, ante mi, apareció un hermoso paisaje invernal. «Maravilloso». Mis ojos se iluminaron ante tan belleza natural, era digno de retratarse. Las montañas nevadas se veían a lo lejos, árboles -coníferas para ser más exacta- se apreciaban y, en ellas, tenían un velo blanco, el césped estaba cubierto por la nieve recién caída, pequeños animales blancos iban de allá para acá, sólo se les podía ver cuando se movían. La temperatura era fría, pero agradable a su vez, el cielo estaba nublado y pocos rayos de sol atravesaban las esponjosas nubes. No pensé más. Me quité los guantes que siempre llevaba, corrí colina abajo y exterioricé todo mi poder. Era libre al fin. Podía soltar todo mi basto poderío. Dejaba ir todo lo que por dentro se había acumulado por años. Ya no más esconderse. Ya no más fingir que era la empresaria perfecta. Ya no más fingir ser una persona normal. Hasta ese momento esa todo hermoso. Lo malo es que sólo era un simple sueño. Cerré los ojos para apreciar el momento, quería que el frío me atravesara y me hiciera uno con él. Lástima que no fue el frío lo que me atravesó.

Dolor.

El dolor en mis costillas y prácticamente en todo mi cuerpo fue lo que me atravesó.

Abrí mis ojos tan rápido que el sol me entró de lleno en ellos, alcé mi cara y suprimí un quejido de dolor. Mi mayo temor se hizo realidad. Anna había venido a despertarme como siempre, arrojandose arriba de mi. Si los bellacos que me habían golpeado no me quebraron las costillas, mi hermana y su hábito de arrojarse encima de mí para despertarme lo habían logrado. Tendría que ir a ver a Bella después de esto. Mis ojos se pusieron en blanco por el dolor, escuché claramente como algo en mi se rompía junto con el malestar que se siente después, saqué mi brazo derecho de la sábana para tratar de sujetar algo inexistente y, por último, sólo dejé caer mi rostro sobre mi eevee que funcionaban como almohada. Ya le podía ir diciendo "hola" a las semanas de incapacidad laboral junto con la semana que se seguro faltaría a la escuela por culpa de la pequeña aventura que Jack y yo vivimos, y también podía irme despidiendo de mi séptima, cuarta y sexta costilla. Espero que mis riñones no hayan sido atravesados, porque ahí sí, era vista al hospital y no se me ocurría alguna excusa que fuese de mucha ayuda.

- Anna... bájate de encima mío... por un demonio. - Logré decir a duras penas.

- ¡No me voy a bajar hasta que me digas porque llegaste tan tarde ayer! - Sentí como me saltaba encima y, de nuevo, otras costillas rotas para mi.

- Anna... sí no quieres dejarme sin costillas... te ruego te bajes. - No sé si fue mi cara de dolor o algo más, pero al fin se bajó de arriba de mi.

Rosas de CristalWhere stories live. Discover now