Capítulo 3;

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En la habitación nos encontrábamos Aitana, que no dejaba de dar vueltas por la misma, Agoney, quien miraba con rabia a la rubia, Ricky, tratando de tranquilizar a Ago, Mimi, apoyada en la pared, con la mirada sobre mí, que tan solo observaba la situación con algo de incertidumbre.

               Enseguida el silencio se acabó cuando mi teléfono sonó. Todos sus ojos se clavaron en mí y con un hilo de voz pronuncié.

               —Lo siento.

               Me alejé a la esquina de la habitación.

               —¡Nerita! Llego en una hora, ¿no podrías venir a buscarme? Mis padres siguen cabreados y no quieren ni verme.

               —¿Cómo quieres que vaya? ¿En bici?

               —Dile a Agoney que te lleve en coche, anda.

               —¿Conduce?

               —¿Tu qué crees?

               —Déjame, no tengo que saberlo todo sobre él.

               —Pero si ahora sois super amiguitos—su tono burlón me sacó de mis casillas.

               —¿Perdona? Eres tú el que al parecer es su amigo del alma.

               —Anda, que esta noche te lo cuento todo, no quería montar un drama antes de irme.

               —Bueno, hablaré con él.

               —Te quiero Nerita, nos vemos.

               Colgué y me acerqué enseguida al moreno. Ricky me sonrió y besó a Agoney en la mejilla antes de apartarse, susurrando:

               —No te frustres, anda.

               Seguidamente se acercó a la rubia despampanante con diversión

               Enseguida Agoney me dedicó una sonrisa y me dio un abrazo, se notaba perfectamente que necesitaba uno, así que le correspondí rodeándole con mis brazos.

               —¿Era Raoul? —preguntó jugando con algunos de mis mechones.

               —Sí. ¿Tienes coche?

               —Claro, ¿lo necesitas?

               —Bueno, él lo necesita, dice si puedes...

               —Chicos—Aitana me interrumpió. Su maquillaje estaba corrido por todo su rostro. Posó sus manos en nuestros hombros, parecía nerviosa—, ¿os importa si nos vamos? Me cuesta respirar.

               Ambos asentimos enseguida y sin decir nada salimos de la habitación. Ya no había casi nadie, eran las dos y media de la madrugada y el caos reinaba en su salón.

               Al salir a la calle Agoney nos dirigió hasta su coche.

               Aitana caminaba despacio y se apoyaba en mí. No le decía nada para no incomodarla aún más.

               La situación con Mimi en su habitación había sido todo un drama.

               —Vamos al aeropuerto, ¿vale Aiti?

               —Claro, gracias—le sonrío y se subió al coche.

               El viaje se hizo muy largo, Aitana miraba por la ventana mientras Agoney no dejaba de hablar. Contó desde lo que desayunaron a anécdotas de sus primeros meses viviendo como hermanos. Aitana no soltaba mi mano.

esencia del último verano. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora