Capítulo 8;

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               —No, lo mejor ha sido cuando nos han preguntado en inglés como si fuésemos guiris—declaró Aitana, sin soltar mi brazo mientras ambas caminamos por unas calles casi vacías.

—Ya... pero qué me dices de cuando nos hemos encontrado a Miriam... ni siquiera se acordaba de mí—negué varias veces, recordando ese encontronazo con la chica que conocí de fiesta.

—Bueno, pero Miriam es así, se pilla unos ciegos que al día siguiente no recuerda nada, aunque cuando no está borracha es la persona más ordenada y responsable de la tierra... bueno, aparte de ti—me lanzó una mirada cómplice, seguida de una melodiosa risa.

Seguimos andando mientras hablábamos de lo bien que había ido este día, no me cansaba de escuchar su risa cada vez que decía algo, o de sus miradas cuando se refería a mí o esperaba a que terminara de hablar, además, el hecho de que no me hubiera soltado en todo el día me proporcionaba una inmensa felicidad.

Pero llegó lo que estaba evitando.

—¿Y tú con Alfred cómo vas?

—Bien, ya sabes—miré hacia otro lado, queriendo evadir este tema cuanto antes, con ella estaba en una burbuja, separada del mundo real—, como dos personas normales.

—Ah... y, ¿Roi te cayó mal? Lo de Ana lo entiendo, pero... con él estuviste muy borde sin sentido...

Lo cierto es que Roi me pareció muy simpático, y la manera en la que le traté tan solo fue provocada por la rabia que sentía al ver como Ana trataba a Aitana de esa manera tan ordinaria, como si fuese una chica corriente.

—No, solo es que estaba muy cansada—me encogí de hombros y volví a juntar nuestras miradas. Cambié de tema enseguida—. Entonces Agoney te ha dicho que te espera con Raoul en mi casa, ¿no?

—Ahá—después de todo este tiempo, Aitana soltó mi brazo para atender a sus mensajes del móvil—. Es raro, ¿no? Digo, que Raoul esté en tu casa cuando tú no estás... y que esté con mi hermano haciendo cualquier guarrada.

—Raoul sabe que tiene prohibido hacer guarradas en mi casa y... es como mi hermano, confío en él.

—Ya, lo entiendo, pero... es raro, tú eres rara—dejó sus ojos fijados en los míos por los segundos más largos de mi vida.

—Si tú lo dices.

Volvía a ser la Aitana que me dejaba destrozada con sus palabras, ni siquiera había dicho nada malo, pero no entendía nada de lo que hacía, me dolía hasta cuando me sonreía.

El resto del camino lo pasamos en silencio, pero conseguí ver que con quien se mandaba mensajes era Ana, aunque no diferenciaba si eran de amor o desamor.

Cuando llegamos a nuestro edificio, Raoul y Agoney estaban abajo, junto al coche del moreno, mi amigo le sostenía de la cintura mientras el mayor le sonreía y besaba los labios cada segundo. Al final se dio cuenta de que nos acercábamos y se separaron.

—Hola chicas—saludó Ago con una divertida reverencia—. Nerea, estás más morena, ¿qué habéis hecho?

—Nada especial—respondió ella enseguida.

Claro, nada especial, solo nos hemos pasado el día haciendo diferentes cosas que se nos ocurrían y en las que hemos congeniado mucho.

esencia del último verano. |Where stories live. Discover now