Capítulo 5;

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—¿Y nada más? ¿No los viste hablar mucho o así?

—Que no, pesado.

Raoul me volvía a acribillar a preguntas sobre el comportamiento de Agoney y Ricky en las clases de esta semana.

—Es que no te creo, ¿me estás diciendo que no para que me calle?

Decidí ignorarle y me senté en el sofá con un cuenco a rebosar de una ensalada de frutas que me había preparado.

—¿Me vas a dejar ver Black Mirror en paz? Pesado.

—¿Aún no la has visto?

El rubio se hizo un hueco a mi lado y ambos comenzamos a ver la serie. Pero revisé mi teléfono antes, llevaba desde aquella fiesta hablando con Alfred en todo momento.

Alfred: ¿Por qué capítulo vas?

Nerea: Lo pasé muy mal con el primero... es desagradable, pero voy por el tercero, me está gustando mucho más.

Alfred: ¿Te gustó el segundo?

Nerea: Bueno... sin más, la verdad, este está siendo mejor.

Alfred: Qué guay que te la estés viendo, ¿te parece si quedamos para comentar la primera temporada?

—Oye, ¿vas a ver la serie o a hablar con el intensito ese? —me reprochó Raoul enseguida.

Bloqueé el teléfono con una pequeña sonrisa y me centré en terminar de ver ese episodio.

Cuando terminó, Raoul se había quedado dormido, muy normal en él, era capaz de dormirse en cualquier lado.

Me puse de pie para ir hasta la pequeña terraza y me senté en el suelo con las piernas dobladas. No dejaba de mirar la pantalla del teléfono, su mensaje en cuestión, ni sabía cómo responder ni me sentía cómoda con ese tipo de conversaciones.

Alfred: Estoy bastante caliente.

No dejaba de bloquear y desbloquear el teléfono, no quería responder, pero deseaba que no hubiera mandado eso, estaba estropeando lo mucho que me estaba gustando.

Nerea: Pero si no hace calor jajajajaja.

Era absurdo, era completamente penosa esa respuesta, de hecho, era el peor mensaje que podría haber mandado en ese momento, y cuando iba a intentar rectificarme otro mensaje saltó en mi móvil.

Aitana: Hola Rubia.

No entendía absolutamente nada.

Me puse de pie y caminé hasta mi amigo, a quien desperté bruscamente golpeándole con un cojín.

—Vamos a la piscina, anda.

No hizo falta respuesta, pues fuimos como balas a coger unos bañadores, ya que Raoul seguía con su maleta aquí, y en apenas diez minutos estábamos listos.

Desde hacía ya varios años, cada verano Raoul y yo nos colábamos en la piscina del edificio vecino, solo nos pillaron una vez en todo ese tiempo y conseguimos salir ilesos, así que era ya algo normal en nuestra rutina veraniega.

esencia del último verano. |Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz