Capítulo 39

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Volvía a mi rutina diaria. Universidad, trabajo, casa, tareas y descanso. Aunque no hacía demasiados esfuerzos porque mis puntos podrían soltarse y podía poner mi vida en riesgo, eso fue lo que dijo Cardona.

Después de salir de clases me dirigí a la oficina de Sebastián, necesitaba verle, ya que él no se había atrevido a verme después de la puñalada y mi confesión. ¿Por qué se comportaba como un cabrón mal nacido? Eso iba a gritarle y luego le besaría y le diría que entendería cualquier cosa que pasará en su vida y que lo querría con cada uno de sus extraños comportamientos.

Abrí la puerta rápidamente, sino me apresuraba, pudiese ser que después ya no tuviera el valor.

—Oye desgraciado ¿puedes explicarme por qué...

—Señorita... —La voz de una mujer me desconcertó.

No era Sebastián quien ocupaba el escritorio, así que lo que acababa de pasar resultaba mucho más incómodo de lo que pensé.

—Disculpe yo... ¿Sabe dónde está el psicólogo?

—Aquí me tienes. —Dijo la señora—. Soy Denis Gómez, la psicóloga ¿puedo colaborarte, cariño?

Ya que ella comenzó a tutearme pensé que debería hacer lo mismo.

— ¿Disculpa?

—Sí, empecé a trabajar aquí desde hoy.

—De acuerdo. —Dije intentando no gritar—. Gracias y disculpe la molestia.

Golpee en la oficina de Minerva, ella me debía una explicación. Bueno de hecho no lo hacía, pero necesitaba respuestas y solo ella podía dármelas.

—Siga.

—Hola. —Dije.

—Sabía que vendrías. —Dijo en cuanto me vio—. Siéntate cariño.

—Me preguntaba... —Dije.

—Renuncio esta mañana, vino muy temprano, al parecer se iba de viaje a New York. —No me miraba, estaba concentrada en un papeleo—. Él nos recomendó a Denis.

—¿New York? ¿Estás segura?

—Sí.

— ¿Y no dijo nada? ¿Qué hay de mí? —Pensé en voz alta.

—Danna no sé bien cual era tu relación con él, pero algo así siempre podía pasar. —Dijo tomando mis manos, ella sabía muy bien que teníamos Sebastián y yo, no era muy normal que una alumna viviera prácticamente en la oficina del psicólogo—. Yo lo siento bastante.

—No, no lo sientas. Tengo que irme... —Dije con desgano—. Yo tengo que hacer algo.

Me levante de prisa, hice que la silla resonará con fuerza en la oficina de Minerva. Ella notó mi angustia. ¿Qué demonios?

—No entiendo que es lo que sucede. —Me acompañó hasta la puerta—. Pero sé que ese chico te ama.

Creo que ella me quería dar esperanza en vista de que mi salud mental, según Sebastián, no estaba bien.

—Hasta luego.

Salí muy deprisa.

Ahora no me queda ninguna duda, es que ni siquiera puedo disiparlas, todo es peor de lo que imagine, ¿cómo puede irse así? ¿Cómo es que me deja sin una maldita explicación? ¿Acaso no se ha dado cuenta que gran parte de mi vida gira en torno a él?

Siento un vacío en el estómago, me quitaron algo que sentía tan mío, a esto le temía, a querer a alguien para luego estar sola, sin explicaciones y con una culpa que jamás podré entender.

Una llamada me hizo centrarme un poco en la realidad.

Amiga

Valen, se fue, me dejó.

¿De quién estás hablando?

Sebastián, él renunció, él me abandono.

Cálmate, voy para tu universidad, ¿te parece si hablamos allá?

Vale.

Colgué, necesitaba un minuto para actuar lógicamente, para que mis emociones no gobernaran mi vida en estos momentos.

Quise ir al jardín, pero poner un píe en ese lugar me devolvía al momento de la puñalada, de la ira desenfrenada que por poco me provoca la muerte. Imaginaba la sangre emergiendo de nuevo, lo humillada que me sentí, y lo que era mucho peor Sebastián también estaba allí, cada lugar albergaba un recuerdo junto a él.

Demonios, ese era mi lugar y ya no lo sentía como mío, se había arruinado, una parte de mi vida está muriendo en estos momentos. Me estaba destruyendo, su maldita indiferencia me estaba dejando incompleta.

Me voy hacía el suelo abrazando mis rodillas, necesitó calma, necesitó un momento para pensar en mi siguiente jugada, quiero pensar en mí, en nadie más, quiero mi vida de regreso, quiero ser feliz de nuevo y eso quiere decir que debía volver al momento donde yo no necesitaba de nadie, donde mi vida no pendía de un hilo a causa de una sola persona. Quizás no era del todo feliz, pero estaba tan tranquila, extraño esos días, extraño a la antigua yo.

***

Valen me llevó un gran helado, sabia como calmarme, hizo chistes todo el camino y aunque no estaban funcionando como ella esperaba, me daban algo de tranquilidad.

—Tranquila amiga. —Me dijo—. Yo seré tu novio, no necesitas más ni menos.

—Claro. —Dije fingiendo una sonrisa.

—En serio. Por algo soy tu relación mas larga, solo yo puedo aguantarte.

—Eso es obvio. —Dije con cariño.

Casi llegábamos a mi casa, me dolía el estómago por los chistes de Valentina, en serio esta chica es una genia.

—Danna... —titubeó—, creo que Sebastián no te haría algo así, hay algo mas. —Sono muy sincera—. Él te ama lo veía en sus ojos.

—Valen, en serio, que creo que no quiero hablar de esto.

—Piensalo.

Llegamos a mi casa, abrí la puerta. Ella me mando un beso y me guiño un ojo.

—Sonríe guapa, acaso no has escuchado que no sabes quien puede enamorarse de tu sonrisa. —Se dispuso a irse, pero volvió su mirada a mí—. Creo que de eso se enamoró Sebastián.

En El ParaisoWhere stories live. Discover now