2. La Manera Adecuada De Amar

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La Manera Adecuada De Amar



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Joseph, en «mi humilde opinión», era un chiquillo bueno para nada, y eso que me estoy conteniendo... ¡No! La verdad es que siempre fue un insufrible hijo de puta; con todo respeto.

Eso sí, estaba loco por Sebastián, y haría cualquier cosa por él. De eso, no nos cabe ninguna duda.

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—Miren —comenzó a hablar el profesor, Sebastián Valencia, soltando aire despacio e imprimiendo más fuerza al tono de la voz, acercándose con paso firme, hasta las primeras filas del salón de clase—. Llega el momento, en el cual, no se trata de sólo tener en Brunel, a los que pagan a tiempo la cuenta... Nosotros como escritores, tenemos que construir un universo distinto, así sea bajo los escenarios del mundo que conocemos, tenemos que inspirar. ¡Y sobre todo!, no es un secreto para nadie: el mundo en donde estamos incursionando es, voraz, despiadado, y el nivel de competencia que tenemos es altísimo.

Guardó silencio unos segundos, para darle más peso a sus palabras.

»Si van a entregar trabajos mediocres en este curso, tal vez pasen; es más, muchos se gradúan tirando, de verdad; pero afuera, se van a estrellar. Es por eso que yo les estoy poniendo la barra para que la salten, y ni siquiera a un nivel alto, esto es lo mínimo...

Volvió a su asiento y tomó en ambas manos los trabajos escritos de los estudiantes, alineándolos suavemente con un movimiento vertical contra la superficie.

»Voy a ir llamando sus nombres, para que recojan sus trabajos personalmente; eso, si quieren evitar la vergüenza. Les he puesto anotaciones para que los corrijan.

Algunos abucheos, y murmullos de protesta, interrumpieron el flujo de sus palabras.

»¡Y eso no es todo! —Atacó con firmeza, incorporándose en su asiento para observar a sus alumnos sin amedrentarse—. Volverán a escribir las diez páginas de esta semana, sobre el mismo tema, los mismos personajes, y el mismo escenario que me presentaron hoy. Sin excepciones —atajó al ver que una joven levantaba la mano para pedir la palabra, y luego la bajaba, soltando aire con hastío—. Van a aprender a escribir, incluso, sobre las cosas que aborrecen. Y además, me adjuntarán las diez páginas de la semana siguiente. Les recomiendo que se esfuercen, porque la calificación de la próxima semana, será la nota definitiva de ambos trabajos.

Sebastián soltó aire lentamente, y se masajeó el puente de la nariz, mientras llamaba de forma mecánica a los asistentes para entregarles las hojas correspondientes. No le agradaba sacar su lado más duro y terco, o comportarse de forma tan distante; pero los gajes de ese empleo le habían enseñado que era el mejor método, en su caso; porque de otra manera, su amabilidad era pasada por torpeza, y le tocaba aguantar que se lo tomaran en mofa.

Su mente también divagaba en los cientos de pendientes de su tesis de maestría. Que la universidad le diera la confianza para ejercer de profesor en ese curso, bajo la supervisión de Emir Tomas, su amigo, y por sobre todo, su gran maestro, era un gran honor, y le estaba ayudando para arrastrarse precariamente con sus gastos de estudios (hecho por el cual estaba bastante agradecido); pero la sumatoria de trabajo, lo estaba acabando; además la búsqueda por una pensión más asequible, le quitaba tiempo, y al momento había resultado infructuosa. El joven estaba calculando que tendría que aumentar sus horas de empleo en la cafetería, que, incluso, se vería obligado a saltar una comida al día, durante ese mes, para intentar minimizar gastos. Ese panorama, con tanto trabajo, provocaba que su ánimo se hundiese por los suelos.

INMINENTEWhere stories live. Discover now