Prólogo.

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Sentía la adrenalina por todo el cuerpo. El sudor corría por toda su espalda, por su cara. Sentía ligeramente los músculos adoloridos. Pero solo se enfocaba en el balón que llevaba entre los pies. Su objetivo era la portería. Un ultimo gol y el campeonato sería suyo. Su reputación tenía que mantenerse, no le importaba que se llevaría miles de pesos a su bolsa, la fiesta después de ganar o las cientos de omegas que estarían a sus pies. No, nada de eso le importaba, solo su reputación de ser el mejor futbolista, solo que se hablara de que Louis Tomlinson anoto el gol ganador de la temporada. Alimentar su maldito ego de alfa.

Estaba tan cerca, solo un par de metros más, esquivar unos cuantos futbolistas del equipo contrarío, una buena patada y el balón estaría adentro. Llegaron los gritos de asombro de los aficionados, pero no por anotar, sino por ver su caída. Louis los escucho cuando un fuerte dolor, a causa de un golpe, se expandió de su rodilla derecha al resto de su pierna, cayo inmediatamente, lo siguiente fue oscuridad total y el fin de su carrera. 

Louis despertó sudado y agitado. Se froto la cara con ambas manos. La misma pesadilla. Quería que parara. Ya habían pasado casi dos años desde aquel día y aun soñaba con su pésima realidad, con su descuido, con su osadía. 

Miro alrededor de su habitación esperando ver algo, no sabia precisamente que. Pero a su vista solo estaba lo mismo de siempre. Odiaba un poco su habitación, su casa en general, le recordaba que era lo único que le quedaba de sus días de futbolista, sin mencionar los millones de pesos en el banco. 

Apretó los ojos al escuchar unos golpes en la puerta. 

—¿Si?

—Señor, Robert desea saber si utilizara la cancha —Soltó un bufido de molestia. Había olvidado que iría a jugar un poco con el balón bajo la supervisión de Robert. No solo su amigo y terapeuta. Su maestro.  

—Por supuesto. Iré enseguida. Gracias, Cam. —Escucho como su ama de llaves se retiraba. 

Louis nunca había sido una persona sensata. Tampoco era de los que se rendían fácil. Esquivaba cualquier obstáculo en su vida. Y si el camino se le cerraba encontraba otro. Siempre había sido así. Siempre pensando en él mismo, la cancha y un balón. Una pasión que comenzó desde que tenía memoria. Nunca paro. No le importaban los golpes, el cansancio, las raspaduras o el golpe en el orgullo cuando llegaba a perder. Todo eso era compensado con la pasión que su cuerpo irradiaba ante su deporte favorito, amaba sentir el viento golpear contra su cara cuando corría, amaba sentir el suelo temblar con sus fuertes pisadas, y lo más importante, amaba sentir el balón entre sus pies. Manejarlo con tal destreza que dejaba a todos boquiabiertos. 

Su accidente no había cambiado nada. Tal vez no pudo seguir compartiendo cancha con su equipo, con profesionales, en partidos importantes. Pero jugaba en equipos pequeños  de Warrington una que otra vez. No quería lastimar su rodilla. Había quedado sensible, y cualquier golpe la arruinaría por completo. No quería más cirugías, ni recordar el dolor insoportable que sentía reciente al accidente, mucho menos que volviera. 

Pero podía jugar y practicar un poco. Aun manejar el balón a su gusto, aun pisar canchas pequeñas. Sentir adrenalina, el viento golpearlo, y sentir que lo impulsaba, y lo alentaba a volar. Tal vez ya no era el chico profesional del que todo el mundo hablaba. Tal vez ya no se habla de él. Pero era el mismo Louis pasionista, el mismo alfa prepotente. 

Subió al auto de mal humor. Había tenido una mala noche. Era malditamente comprensible. Cuando quería podía ser un jodido soberbio. El clima húmedo no mejoro para nada su humor. Parecía que el mundo estaba tan enojado como él.

.   .   . 

—Te lo dije. Te dije que era una pésima idea.

—No porque sea un omega significa que no puedo hacerlo. —Miro enfurecido a su castaño amigo mientras sobaba su tobillo izquierdo. 

—Sabes que no me refiero a eso. Tú eres de pincel en mano. Los deportes no son lo tuyo, Harry. —El beta trato de hacer entrar en razón al rizado el cual solo giro los ojos. y se levanto de la acera, y trato de caminar con un leve cojeo.

Harry  quería llorar de puro coraje. Había querido ir a la cancha Warrington a demostrar que podía manejar sus pies con agilidad. Que no era un frágil e indefenso omega. Que él podía, y lo único que logro fue un tobillo torcido. Él sabia que no era ágil, sabia que Liam tenía razón y solo era bueno con las manos en un lienzo. Pero quería demostrar lo contrario. Acepto el reto de su castaño amigo, quien no creyó que Harry iría y lo haría. Conocía a Harry desde que tenían cinco años y aun así no recordó que si retaban al rizado iría y cumpliría el reto, aun si arriesgaba su vida. 

Harry quería dejar atrás los estereotipos que la gente había creado para los omegas y alfas. Un alfa podía ser sensible y no solo un líder. Y un omega podía comandar, ser fuerte y no solo un sumiso. Pero fallaba en demostrarlo y eso lo frustraba. Liam le repetía un millón de veces que no tenía que hacer esas cosas. Le decía que ignorara a la gente, que él era fuerte, que podía, que no sería manejado por un alfa. Pero Liam no entendía, y no esperaba que lo hiciera. Era un beta después de todo. 

—¿Llamo a un taxi? ¿Puedes caminar? —Ahí estaba el maldito problema. Se lo preguntaba en un tono de voz como si fuera una princesa en apuros. Solo era una ligera torcedura, y ya estaba siendo tratado como un omega quebradizo. 

—No, puedo hacerlo. —Sabia que Liam había rodado los ojos. Estaba a sus espaldas, pero lo sabia. 

Iban caminando a la par hablando del terrible clima, de como Harry amaba más mirar el azul del cielo que las grises nubes. De que quería comprar más pintura y como Liam le decía que en su estudio tenía las suficientes para pintar por años. Pero para Harry no era suficiente, necesitaba más colores. Otra cosa que Liam no entendía.

Harry no pintaba solo por diversión, para pasar el tiempo. Pintar era su pasión. Era como drenaba todo tipo de sentimientos. No importaba su estado de animo, él pintaba. Solo él entendía lo que significa, la historia que había detrás de cada pintura que realizaba. Su estudio era su lugar. En ningún lugar se sentía mejor que en su estudio. Nada lo animaba más que un pincel en la mano. Lo inspiraba todo tipo de cosas, no solo se enfocaba, como muchos, en  pinturas románticas, él era de todo o nada. Pero las románticas eran las que más lo animaban. Sus ilusiones de encontrar a su alfa. Fantasías infantiles, no tenía remedio. Era su arte, mataría a quien se atreviera a juzgarlo. Siempre defendiendo sus ideas, siempre defendiéndose a si mismo.

Iban tan absortos en la platica que no se dieron cuenta que un auto se acercaba para aparcarse cerca de donde ellos iban caminando fuera de la cancha de Warrington. Y tanto el conductor descuidado, como Harry distraído, no se percataron de que cerca había un charco de agua el cual salpico las piernas de Harry por culpa de las llantas del auto. 

Harry se detuvo sorprendido y molesto. Liam miro el auto y luego las piernas de su amigo. Miraron al responsable salir del auto. Esperaron una disculpa, nunca llego. El tipo solo camino con superioridad, ignorándolos. 

—¡Tú, bastardo! —Liam no pudo evitarlo. Harry abrió los ojos de sobremanera, no quería problemas. Harry nunca era de buscar problemas. Harry era amable con todos, ese era el problema que tenía en ocasiones Liam con él. Quería ser un omega con carácter pero siempre era tan dulce con todos, sin importar si lo trataban como escoria. Y Liam siempre cuido de él. 

—Li, vamos. No importa. Es un alfa. —Harry lo sabía por el potente olor de aquel hombre, era un alfa, un alfa enfurecido. 

—No, hasta que se disculpe contigo. —Louis se detuvo dándoles la espalda a aquel par de niños. Los miro sobre su hombro, primero al cataño, para después clavar su mirada en el rizado. Louis frunció el ceño al observarlo. Harry lo miraba de vuelta. Ninguno de los dos se dio cuenta pero sus respiraciones eran pesadas, había cierta tensión en el aire, cierta electricidad. Louis sacudió su cabeza, volviendo su vista al frente y siguió caminando hacía la entrada del estadio. 

Harry sintió que el aire volvía a sus pulmones. Creyó que eso había sido por el terror de lo que ese alfa podría hacerle a su amigo. Tiro del brazo de Liam para continuar caminando antes de que este volviera abrir la boca y ahora si se metieran en problemas. 

¿Por qué el cielo es azul? - L.S «Omegaverse»Where stories live. Discover now