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Hermione se sentó en su habitación tratando descifrar por qué ella estaba funcionando. No tenía sentido. Sus anteriores ataques nerviosos la habían dejado en un estado inútil por semanas, a veces meses, forzando una palabra ocasional o frase corta. Ahora solo había durado unos cuantos días, y ella había sentido esta vez. Podía conversar. Podía curar por encima de los movimientos de piloto automático que ella había memorizado. ¿Qué había cambiado?

Ella se había deslizado dentro de su mente luego de haber tenido el terror nocturno, después de descubrir que Harry y Ron no habían llegado. La posibilidad de sus muertes sacudió su sistema encerrándose en sí misma. Igual que la última vez, estaba sumida en ese estado de sueño borroso donde era particularmente consciente de lo que pasaba a su alrededor. Era como estar bajo agua. Era también como estar paralizada. Ella flotaba allí, preguntándose vagamente cuánto tiempo pasaría para que la niebla desaparezca.

Pero ella percibió más detalles de lo usual. Era la primera señal de que las cosas eran diferentes esta vez. Algo en su mente cambió. Antes no había detalles—solo tenues sonidos, caras borrosas, ocasionales episodios de lucidez.

Sabía que Draco se había sentado cerca de ella en la cama con una amabilidad peculiar.

Sabía que Wolf fue a verla, preocupándose por ella y acariciando su cabello, murmurando palabras de aliento en su oído... de la forma como un amante lo haría, no un amigo. Ciertamente no un jefe. Eso la desconcertaba, incluso en ese estado. Tal vez se había perdido de algo. ¿Acaso Wolf siempre la miraba de esa manera?

Sabía que Harry y Ron a veces la visitaban. El alivio se registró en alguna parte de su cerebro, pero no podía salir del trance para decirles lo mucho que había estado preocupada.

La cabeza de Lucius se asomó y le dijo que se le extrañaba en la casa. Él continuó mirando por encima de su hombro mientras hablaba, como si estuviera preocupado de ser atrapado. ¿Quién lo iba a atrapar? ¿Draco? Solo él lo sabía.

Draco el camaleón. Entrando para decir hola. Le decía sobre la comida de la señora Molly, o sobre el tratamiento que le daba Rose. Le decía que quería que fueran amigos. Explicaba que tenía dudas sobre el estatus de sangre. Declaraba que no la culpaba por el terror nocturno.

Tocando su mano. Lavándole sus brazos y rostro. Recorriendo sus dedos.

Siendo increíblemente amable.

Incluso en su estado, ella recordaba el hecho de que había despertado en su regazo. Acurrucada entre sus brazos. Él podía ser rudo y maleducado, pero ciertamente no era el testamento de odio que solía ser.

Era como una cafetera, decidió ella. Todos estos pequeños detalles cayendo sobre el montón de café que era su consciencia. Motivándola a que despierte. Diciéndole que había personas que la necesitaban. La cara de Draco apareciendo dentro y fuera de su mente, sus dedos trazando los suyos. Sobre su índice, alrededor del dedo medio, sobre el anular... era un acto tan inocente pero a la vez íntimo.

Y luego diciéndole que ella podía salir de esta. Como si él realmente creyera en eso. Él tendía a decir las cosas como si no hubiera lugar a discusión.

En algún lugar de la neblina, su mente estuvo de acuerdo.

La siguiente cosa de la que estuvo consciente fueron los quejidos frenéticos de Draco haciendo eco allá abajo en la sala mientras la maldición ganaba fuerza. Sus oídos percibieron los sonidos fácilmente al inicio, y adivinó que él estaba en su habitación. Luego fue hacia la sala y ella solo lo escuchaba a duras penas jadear. La preocupación penetró la niebla. Ella sabía lo que la maldición le estaba haciendo a Draco. Alguien debía ayudar.

ESTÁTICAWhere stories live. Discover now