Capitulo 11.

538 39 36
                                    

Entre quejidos, traté de entrar lo más silenciosamente que pude al departamento intentando que mis zapatos resonaran lo menos posible, lo cual se me dificultaba por la constante molestia que punzaba en mi... Maldición.

—¿Ivanna? —escuché la voz de Max bajar las escaleras con sigilo, suponía que Connor aun dormía, así que por ello trataba de no hacer ruido para evitar despertarlo.

A veces, por mas difícil que sea de creer, tenía la capacidad de llegar a comportarse como la más diva cuando interrumpian su siesta.

—No, idiota —puse los ojos en blanco—. Pues claro que soy yo, ¿Quién mas tiene copias de llaves de la casa?

—El repartidor de comida rápida —me detuve con una mueca de confusión plasmada en mi rostro.

—¿Por qué carajos el repartidor tiene una copia de las llaves del departamento? —se encogió de hombros.

—Constantemente nos la pasamos pidiendo comida sin importarnos cuanto gastemos de la tarjeta de Connor, así que él mismo prefirió que el repartidor tuviera una copia de las llaves. A veces el muy tarado suele ser muy confianzudo.

Asentí con comprensión.

—Eso es algo que nunca cambiará de su parte —ambos reímos mientras retomaba mi camino hacia las escaleras, pero el dolor se me hacía imposible de camuflar, mis quejidos no tardaron en reaparecer al igual que mi ceño fruncido por la molestia. Max se percato.

Y como no, si tambien caminaba como pato mareado.

—¿Qué te sucede y por qué cojeas? —lo miré con una ceja alzada.

—A mi habitación, ahora —asintió con efusión y subió corriendo, obviamente llegando primero que yo. Por obvias razones tuve que tomarme mi tiempo.

Cuando pasé el sufrimiento de las escaleras, el camino de la segunda sala de estar a mi habitación y una pequeña parada al baño para lavar mi rostro, me senté en mi cama que sentí como algodón sobre mi trasero. A un lado se encontraba Max entusiasmado por saberlo todo.

—Cuenta —lo miré con ojos entrecerrados y solté un pesado suspiro.

—Sin duda no sabía lo que me esperaría en esa salida... ¡Ojo! Eso no significa que me arrepienta de algo, por el contrario, creo que fue el mejor sexo que pude haber tenido en mi vida...

—¡¿Tuviste sexo con aquel peliazul llamativo?!

—¡No me juzgues! ¡¿Sabes lo que es tener sexo con la misma persona por casi un mes, sin variación alguna?! —me observó incrédulo.

—¡Sí! ¡Por supuesto!

—B-bueno, sabes lo que eso significa para mi, ¡Aburrimiento total! ¡Sabes cómo soy! ¡Se me es inevitable no jugar con ustedes! Tan solo tú y Connor son mi excepción, y solo porque son mis mejores amigos, y los únicos que tengo.

—De igual manera, Ivanna, ¿Cuándo entenderás que no está bien jugar con los hombres a tu antojo? De seguro nosotros seriamos otra de tus presas si no nos conociéramos de toda la vida, ¿O me equivoco?

Onservé mis uñas despreocupadamente.

—¿Puedo no responder a eso?

—¡Ivanna! —reí al ver su notable molestia.

—¡Vamos! No pueden cambiar mi manera de ser. Si supieran lo divertido que es a veces...

—Sabes que nunca he estado de acuerdo con eso y solo te lo acepto porque eres mi amiga, maldita ninfómana.

—¡Oye! —le propiné un empujón que casi lo sacó de la cama— No soy una ninfómana.

—De acuerdo, pero es que a veces lo pareces, ¿Cuándo llegara el día en que te enamores de un hombre verdaderamente y dejes de andar de cama en cama?

Miré el suelo pensativamente...

¿Cuándo llegaría ese día? ¿Sería que en algún momento sucedería? ¿Sería capaz? ¿Aún servía para eso?

Una relación seria.

Solo esa mención me da escalofríos. Es una locura.

Ningún hombre quiere una relación seria, todos quieren jugar con las mujeres, así que antes de que jueguen conmigo de nuevo, prefiero jugar con ellos, es mucho más fácil y entretenido para mí, claramente.

Tan solo pensar en aquel pasado que me atormentaba, y que al sol de hoy sigue allí, torturándome cada que le dejo regresar en mis sueños, prefiero taparlo con cualquier cosa que me alivie ese dolor psicológico que este infringe. Puede que algún día ya no llegue a importarme, puede que pronto lo supere, a pesar de los años que han pasado, pero mientras eso no suceda, seguiré con lo mío, no me importaba a quien lastime, a quien dañe o a cuanto hombre perjudique, hasta que eso no pase de mí, no dejaré de hacer lo que me venga en gana con ellos.

Así que... ¿Cuándo llegaría ese día?

—No es por nada, Max, pero no te desilusiones cuando te digo que ese día nunca llegara.

No podía evitar sentir una pequeña presión en el pecho cada que veía su cara de desilusión al saber que no podría hacer nada por mi... No lo culpaba, en su lugar estaría frustrada de tener las manos atadas.

—Muy bien, ya basta de vueltas y ve al punto... O más bien cuenta porque llegas como si te acabaran de partir en dos —puse los ojos en blanco.

—De acuerdo, todo sucedió tan rápido que te juro ni yo sé como estoy aquí en este instante... —respiré profundo y, sin el pudor habitual que suelo dejar de lado, comencé a relatar.

La Clave para Destruirme. (Jason the Toymaker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora