Capitulo 36.

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—¿Así que... así fue como llegaste aquí?

Ella se limitó a asentir y observarme por unos cortos segundos de reojo mientras caminábamos por los corredores de la gran casona hasta su habitación. Desde la primera semana en que le hablé hasta ahora, casi un mes después, ya se había vuelto una costumbre.


Bueno, un par de cosas se volvieron costumbre, realmente.


Tengo que admitir que pasar menos tiempo sola y tener alguien con quien hablar se sentía jodidamente bien. Charlotte se había ofrecido a acompañarme en mis trotes diarios, a pesar de que no aguantara ni menos de un cuarto de mi rutina diaria. Había decidido que también quería hacerme compañía durante los desayunos y almuerzos en la cocina, porque insistió en hacerle compañia a Isabella, a pesar de que en ningún momento se lo pedí, y curiosamente su compañía, donde el 80% de ella eran largos silencios, comenzó a ser bastante agradecida.

Aunque como todo en esta casa, por supuesto, no podía considerarse una compañía totalmente "normal".

En las pocas semanas que llevaba conviviendo con ella, me había fijado en ciertas actitudes que tomaba ante ciertas circunstancias, como cuando caía repentinamente algo al suelo; extrañamente pasaba de estar tranquila, tratando de mantener una conversación medianamente continua conmigo, a tirarse al suelo para luego esconderse en el primer rincón de la habitación que se encontraba más próximo a ella. Era realmente escalofriante, pero no pude evitar alarmarme bastante la primera vez que ocurrió.

Porque si, pasó más de una.


—Te lo vuelvo a repetir, Charlotte. No hace falta que hagas esto insistí por milésima vez mientras trotábamos a una velocidad leve.

Quiero hacerlo, por favor. No me gusta estar sola y sé que a ti tampoco resoplé dándome por vencida. No importaba cuanto siguiera, la chica era más terca que una mula. Paré de golpe en frente de un banquillo donde esperaban nuestras cosas (un par de botellas de agua y su libro).

No habíamos siquiera cumplido con la mitad de mi meta y ya la pobre estaba tomando grandes bocanadas mientras se apoyaba de sus rodillas y soltaba unas bajas maldiciones. Le di una suave palmada en su hombro.

Tranquila, tómatelo con calma. Apenas estás comenzando, es normal que no tengas la suficiente resistencia del cansancio no parecía ni atenta de mis palabras. Reí levemente y tomé mi botella para tomar un poco de agua mientras le pasaba la suya.

Gracias susurró. Cuando comenzó a beber sonreí satisfecha por alguna razón. Sacudí la cabeza y le indiqué que ingresáramos a la casona¿No piensas continuar? negué levementeNo quiero que por mi culpa abandones tu rutina... Te espero aquí finalizó sentándose en el banquillo, yo solo seguí negándome.

No seas tonta, vamos a dentro. De todas maneras ya casi es hora de la cena y dudo que a ese... Imbécil se le ocurra dejarnos pasar el llegar tarde aunque sea una vez me pareció notar como se removió un poco incómoda desde su puesto. Intenté ignorar la cruel veracidad de mis palabras y emprendí el camino de regreso a dentro.

Una vez pasamos la puerta corrediza de la cocina, ella fue rápidamente al refrigerador a por algo de comer, pues no tardó en sacar su cabeza de allí con un trozo de salchicha en la boca.

Esta chica comía como yo, pero tres veces más.

Me reí ante la imagen tan tierna sin poder evitarlo. Sus mejillas se hallaban tan infladas por la comida que parecía una pequeña ardilla.

La Clave para Destruirme. (Jason the Toymaker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora