Capitulo 29

592 25 22
                                    


Aún con el cuerpo adolorido, mientras me quejaba por cada movimiento que hacía, deslizaba con toda la delicadeza que podía el polerón por sobre mi cuerpo. Isabella lo había dejado para mi hacía ya unos segundos atrás insistiendo en que saliera de la habitación con una pinta "mínimamente aceptable". A veces quería creer que era una metiche de cojones, pero realmente solo se preocupaba por mi como nadie lo hacía en esta gran mansión, ni siquiera Jasón, que luego de nuestra no tan agradable "conversación", que se trataba más bien de una tanda de insultos por mi parte, no se dignaba a tomarse la molestia de visitarme tan solo unos míseros 5 minutos, ni aunque ésta se tratara de su habitación. Terminé por ponerme los shorts a juego de la camiseta y unas zapatillas cómodas.

Por si se lo preguntaban, ponerme cualquier cosa que sea capaz de tocar mis piernas era un maldito infierno en vida. Las vendas rodeaban todos mis muslos y una parte más abajo de mis rodillas, las heridas habían sido bastante graves como para impedir que me levantara de la cama por unos días, aunque me recuperé más rápido de lo humanamente posible. Mis muñecas, que habían sido desgarradas por las cuerdas que me ataban, ahora solo el daño podía ser vivible por las marcas amoratadas que las cubrían a su alrededor, prefería tocarlas o frotarlas lo menos posible para que no dolieran tanto, así no la pasaría tan mal. El crédito se lo daba a aquella bebida extraña que ingerí luego de que Jasón acabara con parte de aquella locura de tortura. Me giré en dirección a donde se encontraba Isabella y le di una pequeña sonrisa, apenas marcada por mis labios, ella la devolvió un poco abiertamente.

—Ahora que me has sacado de cama ¿Qué se supone que tienes en mente para mi? ¿Alguna restricción? ¿Regañina? ¿Castigo que tenga que cumplir por orden de Jasón? ¿No regresar la "zona prohibida"? —reí amargamente. Ella tan solo se mantuvo en silencio y negó con la cabeza aún manteniendo aquella sonrisa.

—Para nada, señorita. Quería que paseara un poco y estirara las piernas, respirara un aire diferente que el de estas cuatro paredes.

—El aire es el mismo lo respires donde lo respires, Isabella.

Puso los ojos en blanco mientras inclinaba un poco la cabeza hacia la derecha.

—En eso tiene razón, aunque dudo mucho que quiera seguir encerrada aquí con el recuerdo y olor del amo Jasón... ¿O tal vez me equivoco?

La miré con una ceja alzada y expresión incrédula. Había dado justo en el clavo, quería largarme de allí lo más pronto posible y regresar a la habitación donde residía antes. Tal vez continuaba en ese cuarto porque así se le hacía más sencillo a Jasón vigilarme, no lo sabía.

O tal vez mientras dormía se colaba por las noches a observarme con aquella mirada verdosa desquiciante, porque eso si, nunca desaparecía esa sensación de que alguien me observaba antes de siquiera conciliar el sueño. Un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral.

—No, no te equivocas. Sácame de aquí —sentencié.

—Como guste, señorita —abrió la puerta para que saliera antes de que siquiera yo tuviera la oportunidad de estirar la mano y girar el picaporte por mi cuenta. Bufé decidida a emprender mi camino, pero me detuve abruptamente en el umbral.

—Otra cosa. Por favor tutéame. Se lo dije a todo el mundo en esta casa, no quiero que nadie sea la excepción, aunque algunos simplemente no lo acepten —ella tan solo se limitó a asentir con aire divertido.

Me había dado cuenta de un par de cosas con respecto a esta mansión desde que me había propuesto a morir de inanición en aquella habitación, aunque claramente Isabella no me lo permitiera, y entre ellas estaba la actitud divertida, despreocupada y más liberar de esa chica durante todo el tiempo que estaba en mi presencia. Eso si, llegaba Jasón y su actitud cambiaba a ser una completamente recta, firme y obediente ante el susodicho, me parecía escalofriante su dualidad, sobre todo tratándose de Jasón

Para ser sincera, todo lo que tenía que ver con él a esas alturas me parecía escalofriante, aterrorizante, macabro... Era una bestia, un demonio, y cualquier cosa asociada a él no tenía mucha oportunidad de ser considerada por mi parte "normal".

Otra de las cosas era que había un ratoncito que siempre rondaba por la habitación, negro de ojos de ojos rojos sin cola, parecía de esos de juguete a los cuales había que darle cuerda para que anden por sí mismos. La primera vez lo vi dando vueltas por el suelo, mi primera reacción fue lanzarle lo primero que tenía a mi alcance, y como eso era la lámpara de la mesa de noche, pues así me quedé con una luz menos en la habitación. El hijo de puta se paseaba siempre a la misma hora de la misma manera haciendo lo mismo de siempre. tenía que admitir que al menos me daba entretenimiento cuando intentaba atraparlo para así tirarlo de una buena vez por el retrete y dejara de joderme el puto culo. Una tarde estuve a punto, casi lograba que el maldito roedor se tostara con la plancha de ropa cuando lo tenía justo donde lo quería: De espaldas a mí bajo una sábana que me costó un mundo ponerle encima, pero en ese instante, a punto de acabar con mi calvario de una vez por todas, entró Isabella hecha un torbellino. Me apartó quitándome la plancha de las manos alegando que yo estaba loca mientras que preguntaba porqué yo estaba haciendo eso, mi respuesta fue decirle que mirara bajo la sábana, y cuando ésta fuera retirada, no había nada. El pedazo de basura se había escapado.



¡Te libraste de mi, maldito!



Y por ultimo, había tenido tiempo suficiente para pensar en todos, y cuando decía "todos" me refería a Connor, Max, mi padre, Antonella y la chica a la cual Jasón torturaba con tanto ímpetu el día en que me enteré de esta desgraciada pesadilla en la vida real.

Si es que realmente lo era.

La Clave para Destruirme. (Jason the Toymaker)Where stories live. Discover now