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Una semana, había pasado una larga semana desde que aquella mujer había llegado, en el salón que Deku había pasado su primera vez, ahora se encontraban los cuerpos de aquellos que planeaban unirse prontamente por conveniencia ajena.

Los ojos de Katsuki veían aquel busto único y exagerado a comparación de los demás, pues era la primera doncella con ese tamaño de pechos, y de cierta forma atraían su atención.
Sin embargo, no se sintió tan bien como él lo había esperado, y no culpaba a Momo. Por el contrario, culpaba a aquel peliverde que había dejado su virginidad en sus manos,que ahora, tomaban otra.
Desde que había tenido sexo con aquel peliverde,su apetito sexual había disminuido, y con la mujer que haya decidido tener sexo, no le resultaba jamás suficiente.

En cambio.... Pensar en Deku y los beneficios que ese nombre tenía, si provocaban placer y deseo a volver a tocarlo con indecencia.

Aquel iris rojo tenía sus pupilas contraídas, pues haber visto que ahora era Momo, y no con quien estaba su mente presente, le era desagradable.
Se apartó de ella tras depositar un suave beso en esos labios, y de forma inmediata, bajó de aquella cama, estando desinteresado.

—Bakugō-san —el llamado de esa voz suave y agradable, lo hizo pisar tierra firme a causa de que su mente había olvidado a quien tenía en esa cama. La mujer que estaba usando para pelear con Anubis—. Gracias por esto.

Se detuvo, dejando ver su formidable espalda, y algo ocultando la zona baja de sus caderas en adelante.
Sonrió a las paredes con complicidad,teniendo una sonrisa arrogante y divertida al mismo tiempo.
Aún no creía posible el que fuera tan fácil dejarla a sus pies. Sólo habían estado en una cama.

—De nada —pronunció con seriedad e hipocresía antes de salir de esa sala, empezando a caminar en búsqueda de Kirishima—.

Aquella pirámide que ahora estaba más que silenciosa, no hacía más que incomodar, y Katsuki al no tener mucho que hacer, optó por ir con aquel consejero que le había revelado la forma de ser inmortal.

Apenas entró, aquel ser que llevaba cientos de años en una misma posición y sitio determinado, alzó sus ojos similares a faros hacia el rubio, y este al mismo tiempo, lo llevó a aquellas manos ya que le daban repulsión esos ojos.

-Katsuki, estas en desventaja, y ciertamente si cambiaste el futuro —indicó al ser consciente de que había hecho intervenciones a partir de sus primeras palabras—. Ahora perderás todo.

Una sonrisa nerviosa se armó en ese rostro siempre alzado, y enderezó así su vista, para poder admirar a quien estaba frente a sus narices.
¿Perderlo todo? Eso no sonaba favorable, en absoluto. Es más, inclusive le parecía algo más que fantástico sabiendo lo fuerte que era, y que todo iba según su estrategia.

—¿Dices que perderé todo?

—No todo, lo que para ti es todo. Lo más importante para el faraón. Aún si él no lo tiene claro, su mente ya tiene una prioridad después que su anhelo. Eso, es lo que el faraón perderá inevitablemente.

Los ojos rubíes que iban a la par del cabello ceniza se deslizaron a la puerta de esa habitación, preguntándose quién o qué sería lo que apreciaba tanto después de su anhelo por tomar la mano de la inmortalidad.
Sus labios liberaron un suspiro pesado al deducir que podría ser alguien,más que un algo, por lo cual resopló mientras jugueteaba con su mente,a adivinar quién le preocupaba.

—¡¿Kacchan?!—aquella voz estaba fuera de esa habitación, y la fuerza del llamado iba disminuyendo con el paso de los segundos—.

Probablemente aquellos ojos olivos y el Dios que tenía dentro, habían hecho algo exclusivo que avisarle a su grandiosa persona, un bello avance en sus planes. Pues aquel muchacho ya se lo había indicado.

Tortura en corazonesNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ