Pasado Mrs. Hall

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Miré por la ventana de mi... nuestra habitación y observé la gran tormenta azotando la ciudad. El clima estaba de mi parte.

Sentía que estaba en medio de una gran tormenta y que no menguaba. Una tormenta llamada Jean Hall.

Me giré hacia la cama en donde él se encontraba durmiendo. Sólo cuando él dormía yo tenía paz. Sólo cuando él dormía yo podía respirar sin que sintiera que me estoy ahogando por dentro.

Caminé fuera de la habitación y justo cuando salí de la habitación sentí el tirón en mi pie derecho. El brazalete que él me había colocado en el pie para poder dormir por las noches, se había conectado al puerto de la sala. Si me alejaba del apartamento, saltaba la alarma.

Juro que quería huir. No lo toleraba más. Detestaba su posesividad, su obsesión y sus celos. Era celoso en extremo.

Claro, él sabía que yo no lo amaba y por eso llegaba hasta el punto de hacerme esto. De ponerme un brazalete magnético para que no me escapara.

Negué con la cabeza y caminé hasta la puerta de entrada. No tenía ningún plan, no tenía idea de qué hacer una vez fuera. Simplemente sabía que no aguantaba más esta situación. No podía seguir así. Ya no más.

Sin importarme nada, abrí y corrí fuera. Escuché el escándalo que hizo la alarma al sonar, delatándome.

Apuré el paso cuando lo escuché gritar mi nombre. Negué con la cabeza y seguí corriendo sin parar. No me importó la lluvia ni mis pies descalzos. Sólo me importó huir de él y de su "amor"

Estaba por llegar a la salida peatonal, que me dejaría llegar a la avenida principal y salir de la propiedad, cuando él me atrapó.

Mis ojos se anegaron de lágrimas. Al igual que lo hicieron cuando me confesó que me amaba y que yo era suya. Varios años atrás.

—Nunca vas a dejarme... eres mía - me tomó en brazos y ya sin ganas de nada me dejé llevar por él de regreso a la casa. En otros tiempos, me hubiera tomado en medio de la lluvia, pero teniendo en cuenta de que estaba embarazada, de sus hijos, no quería tomarse riesgos.

Ja.

No iba a tomar riesgos porque los bebés que llevaba dentro de mí, eran su única posiblidad de ser padre.

Regresamos a la casa y pude apreciar los rostros molestos de los de servicio.

Ellos lo adoraban y a mi me detestaban por hacerlo sufrir. Mínimo yo tuviera la culpa.

Ninguno de ellos sabía nada. Nadie sabe lo que sufro. No lo entienden y nunca lo van a hacer.

Porque simplemente no están en mi lugar.

Él está empeñado en tenerme a su lado. Jean sabe que de no estar embarazada, hubiera terminado con todo esto desde hace mucho tiempo y sé que teme el término de mi gestación porque piensa que puedo acabar con mi vida o sufrir de depresión post parto como mi madre con el pequeño William e intentar acabar con mi vida. Cosa que no va a pasar.

Amo a mis hijos, por más que también sean de él. Simplemente, no quiero criarlos en este ambiente. Quiero estar sola... tratar de tener una vida normal. Tener una relación saludable, no esto.

Estoy tan cansada de esta situación.

—¿Por qué no puedes amarme? - preguntó y sé que su intención no era que yo lo escuchara.

— ¿Por qué no puedes dejarme ir? - pregunté de vuelta.

Me miró fijamente a los ojos y luego desvió la mirada.

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