Capítulo 2.

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No sabía que en una casa ajena se encontraría el amor de mi vida.

Llegué a la estación media hora antes de lo previsto. Me dispuse a esperar un poco para no ser descortés, y llegar de sorpresa a la casa de los Horan. En mis momentos de aburrimiento comenzaba a mirar a todos lados, tratando de distraerme ante la gente que iba y venía. El lugar era algo sucio, transitado y demasiado pequeño. Sin nada con que distraer a mi cerebro y a mi visión, tome una libreta de color negro y comenzaba a redactar minuciosamente los hechos ocurridos desde que partí de Inglaterra.

Antes de que pasara la media hora, la desesperación lleno mi sangre y mis nervios y fue a la salida a tomar un taxi que me llevara a la dirección acordada. Al subirme, trate de pensar en algo que me entretuviera hasta llegar a mi destino. Comencé a ponerme nostálgico y recordé a mi primer matrimonio, Sophia, la había conocido en la facultad. Ella era estudiante de periodismo, tenía unos ojos y un cabello castaño, el último de forma ondulado. Su complexión era delgada y de buen cuerpo, esto hacia resaltar sus ojos de una buena forma. Siempre llevaba unos anteojos de color negro, y su cabello sujeto con un precioso listón rojo. Era guapa. Meses después de entrar a la universidad, me di cuenta que ella me observaba de una manera aprensiva desde lo oculto de los pasillos. Cuando me percaté, fue cuando se declaró su amor. Yo era una chico demasiado serio, además de poco sociable y cuando recién comenzaba a conocerla pasábamos buenos momentos conversando sobre el futuro y temas sin interés.

Tuvimos una relación larga y llena de alegría y regocijo. Cuando me gradué yo le propuse que nos casaramos. Y así fue, en una pequeña capilla adornada con flores de la primavera di el "Si" ante la que serían mi próxima mujer. A pesar de todo había un problema muy grande.

Yo no la amaba.

Habían pasado tantos años y yo todavía no me olvidaba de su rostro. Soñaba que el venía a buscarme y éramos felices en el paraíso de Dios. Recordaba sus expresiones y gestos de una forma tan detallada, que aquellos pensamiento hacia Sophia no eran nada comparados hacia mi querido Oliver.

Al momento de dar el gran paso sentí que me había traicionado a mi mismo y a todo lo que creía coherente. Ella estaba contento y de rebosante alegría. Llegue a sentir una presión en mi estómago que me hizo marear y confundir mis pensamientos. Pero ya era tarde. Pensaba que quizás, solo quizás, con mi nueva vida de marido me olvidaría de aquel amorío juvenil que marcó el inicio de mi seria adolescencia.

Pero no fue así.

Al cabo de unos meses, yo trabajaba arduamente en un colegio de reciente creación para ganar el suficiente dinero como para pagar la casa que habíamos comprado y para alimentarnos. En cambio Sophia, ganada menos que yo, pero ese dinero iba destinado a si misma. Sin pensar un segundo en mi.

Yo llegaba a casa exhausto y con demasiado cansado, ella siempre se molestaba conmigo porque todas las noches andaba con tantas ganas de tener relaciones, pero mi cansancio era tanto que me quedaba dormido. Al poco tiempo, ella llegaba más tarde de lo usual y a veces venía de madrugada haciendo un escándalo en la puerta por haberse olvidado las llaves. Siempre se excusaba diciendo "Fui de paseo" o 'Estuve con mi amigas". Y yo comenzaba a sospechar, cuando un día la seguí hasta que llegó a un bar, yo andaba de incógnito y vi que se reunió junto un hombre más alto de cabello pelirrojo y de piel tostada con un uniforme verde tornando a gris. Un militar. Veía desde la mesa del fondo, que se reían, charlaban y hasta había mimos. Cuando al final de la noche, se despidieron con un beso en los labios, de manera brusca y vulgar. Mi cara ardía en esos momentos.

Me apresure y trate de llegar antes que ella, y cuando me encontré en la casa, me senté en el sofá más grande y pase mis manos por mi cabello, tratando de asimilar lo que pasaba entre ellos dos. Cuando la puerta principal se abrió y las luces se encendieron supe que era ella. Encendí mi cigarrillo y la mire con una mirada inocua, no sabía lo que me pasaba. No estaba enojado. Empecé a preguntarle en donde estaba y donde había ido, y luego fue capaz de no tropezarme con mis palabras y reclamarle con una severa voz lo que mis ojos habían visto hacia unas horas.

Mi Duende [Niam]Where stories live. Discover now