Capítulo 4.

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Mís ojos dejaban de verle como un niño y empezaban a mirarlo como un angel poseedor de una infinita sensualidad. No podía tener un pensamiento sin que su tersa espalda blanca estuviera en ellos.


La imagen que vi en aquel refrigerador era tan pura e indecente a la vez que mi temperatura se igualaba a un balde de agua hirviendo.


En mi mente sin descanso buscaba algo para entretenerme y poder relajarme para poder dormir, por con aquél chico de mechones rubios solo conseguiría unas grandes ojeras del demonio. Tan desesperado por el que hasta el sueño me ha robado.


¡Dios mio de mi vida!


El verano azotaba con una frenéticas ondas de calor, parecía que no lloveria en semanas, los sucesos que ocurrieron esa semana fueron también escritos en mi diario, ya que pasaron momentos que mi vieja memoria jamas olvidará.

Con el obstinado deseo de repetir la misma escena, me senté estratégicamente en la mecedora del porche trasero que daba lugar a la fiazza. Ayer, la ama de llaves había lavado la ropa y por costumbre de la señora Horan, el pequeño Ni tendría que tenderla a plenos rayos del sol. Tome un obeso periódico -procurando tardar leyendolo hasta que la acción terminase- y una pipa nueva, para relajar mis pulmones; tome el asiento y me dispuse a esperar a que empezara el espectáculo. Pero, cuando llego, el menor no traia un cesto de ropa o las sogas para colgarlas.


Se me cayó el alma a los pies cuando apareció junto con su irritante madre llevando trajes de baño. Podía jurar que mis ojos se salían de si, mis frecuencia cardíaca aumentaba y mis labios de manera inconsciente formaron una sonrisa que se extendió de mejilla a mejilla. El llevaba un bañador de color azul marino, dejando su torso al descubierto; blanco, suave y brillante ante la luz del Sol, postrando una blanca sonrisa mientras sus mejillas adherian poco a poco el rubor del gran astro, sus labios finos y delgados tan pequeños y tan relucientes que tan inocente que fuera un beso de el sería capaz de llevarme al cielo de las fantasias, sus ojos tan encubietos por sus pómulos, pero con un color azul tan notable con el cielo al alba.

El corrió hacía mi con total entusiasmo alejándose de la foca de su madre y arrancandome de un fuerte tirón el suplemento de humo que se había generado en el pipa.


-Vamos, cierra la boca que van a entrar la moscas.- dijo en pleno tono de alegría infantil.


-Es que con este bañador que traigo es imposible no mirarme.


Mi amor, mi adorada estuvo junto a mi. Hice caso omiso al estúpido comentario de su madre, por intentar no interrumpir la mísera felicidad que se me estaba dando. Me deje llevar por su suave tacto, dejando caer sobre mi cuerpo el calor ondulante del verano y ver como el joven Horan se lanzaba al suelo y encendía la manguera para refrescarse con las hojas verdes del pasto. Su risa se extendía y las curvas de su infantil torso de aquel pequeño demonio se doblaban con una hermosa sensualidad que mi sexo y los poros de toda mi piel reaccionaron físicamente a un estimulo muy grande.

Era tan hermoso, que regrese a mi lugar para contemplar discretamente cada uno de sus movimientos. Cada acción que Ni realizaba me ofrecía un pequeño placer, si el deseaba rascarse la espalda levantaba su brazo dejando ver su tersa axila blanca y sin vellos todavía que demostraran su crecimiento de pubertar. Mis contemplaciones iban bien, hasta que llego la señora Horan pidiendome la hora iniciando una tormentosa conversacion sobre un estupido libro lleno de patrañas escrito por un autor de superación personal.

Mi Duende [Niam]Where stories live. Discover now