Sofá

1.4K 120 35
                                    

Camino a casa, después de un largo día de trabajo en la editorial, pasé por la tienda de cómics para comprar en último número de la saga de Ultimate Ace Savvy. Lo había esperando tanto, que no podía esperar a llegar a mi pequeño apartamento y quedar solo en ropa interior para leerlo como se debe.

Dicho y hecho. Cuando solo me restaba lanzarme a mi único sofá cómodo, casi sin ropa, escuché sonar el timbre. ¿Pero quién podría ser?

Resultó que era Lori. Tuve que vestirme nuevamente a la velocidad de un rayo antes de dejarla pasar.

—Hola, Lincoln —saludó ella con serenidad. Su elegante traje de chaqueta y pantalón oscuros desentonaba en gran manera con el ambiente miserable de mi apartamento, el cual no he tenido tiempo de mejorar. Salvo, claro está, por el sofá. Ese hermoso mueble de color gris pardo que la mayor de mis hermanas me había obsequiado hace poco.

—Lori... ¿A qué se debe la visita sorpresiva?

—Disculpa por no avisar. Literalmente no quería llegar a mi casa aún. Hoy fue un día complicado en el trabajo, y en realidad quería visitarte un rato.

—Pues estoy encantado. Déjame servirte algo.

Corrí a servirle un vaso de agua y le dije que se sentara en "el sofá bueno" mientras yo acercaba un viejo banquillo para mí. Ella me observaba con una pequeña sonrisa.

—Linc... ¿Estabas leyendo algún cómic?

Su repentina adivinación me asustó.

—Sí, pero... ¿Cómo lo descubriste?

—Tienes la camiseta puesta al revés.

—¡Rayos! —exclamé, mientras ella reía más fuerte. Antes de que yo logrará huir de la vergüenza, ella me hizo señas para detenerme.

—Tranquilo —pronunció ella. —No era mi intención incomodarte. Al fin y al cabo, puedes estar como quieras. Este apartamento es todo tuyo.

Me volví a sentar, sin disimular mi asombro.

—Okey. Entonces, dime de lo que deseas hablar.

—Puede ser de la ilustración que estás haciendo. ¿Como la llevas?

Ah. De eso.

—Pues muy bien. ¿Quieres verla?

—Claro.

Encendí la computadora que tengo en la mesa del comedor y abrí mi carpeta de trabajo. La llamé cuando la imagen ya estaba en pantalla.

Era un retrato de ella, sentada en el piso de mi apartamento, con una taza de café en la mano y usando únicamente una de mis camisas de vestir, de esas anaranjadas. La perspectiva era desde arriba, la cual mostraba la perfección de su bellísimo rostro.

—¡Vaya! En realidad se ve muy bien. Sabía que no ibas a hacer un mal trabajo.

—Gracias. Tenía que hacerlo bien. Te lo mereces —respondí sonriente y bajando un poco la voz.

—Qué tierno. Dime, ¿Qué fue lo que más te gustó dibujar?

—Honestamente, todo. Pero reconozco que he pasado más tiempo retocando tu mirada. ¿Sabes? La dibujé una vez, y la borré. Luego otra, y la modifiqué. Y ahora que estás a la par mía, pienso borrarla, porque no es igual.

Lori se sorprendió, y comentó de inmediato: —¿De qué hablas? ¿Estás loco?

Tuve que explicar bien.

—No olvidaré cuando posaste para mí esa tarde. La mirada que me dabas... Tan serena, y a la vez apasionada... Es única. Por más que lo intente, nunca la podré plasmar.

Como si haber mencionado su mirada fuera un conjuro de invocación, los ojos de mi hermana se embellecieron, igual que en aquella tarde de domingo. Rayos. Ni siquiera logro imitar ese tono de azul.

Lori me dio un ligero toque en la nariz con uno de sus dedos. Se puso de pie, y mientras se alejaba dijo: —Bórralo todo.

Fue entonces que yo reaccioné asombrado: —Oye... No es para tanto.

Ella se detuvo frente al sofá. Estando ahí, dándome la espalda, empezó a desabotonarse la chaqueta, y luego dejó caer su pantalón. Su magnífica figura quedó ante mis ojos, apenas cubierta por una sedosa ropa interior negra: me dio nuevamente la impresión de que el paso del tiempo no logra más que aumentar su belleza.

Giró la vista hacia mí, y enfrenté otra vez su mirada hechicera. Eso me hizo ponerme de pie e ir hacia ella. Me detuve lo más cerca que pude sin invadir su espacio personal. Ella habló mientras tomaba asiento en el sofá.

—Tienes una nueva oportunidad de hacer un retrato perfecto de mí. Solo que esta vez comenzarás desde mis ojos.

—¿Y dónde voy a terminar? —pregunté.

—Donde quieras —fue su respuesta, acostándose y logrando que sus curvas se integraran al hermoso mueble.

Contemplé sus delicados pies, sus largas piernas, la suavidad de su trasero y esa espalda arqueada... Pero llegué a sus ojos, y me tomaron como rehén. El mundo desapareció: Solo ese azul cristalino existía.

Dos horas después, ya no estábamos en el sofá. Y tampoco estábamos vestidos.

La noche reinaba en mi poco iluminado dormitorio, pero aún así lograba admirar el esplendoroso cuerpo desnudo de Lori a mi lado, quien seguía abrazada a mí con firmeza y con una tierna sonrisa. Esa situación de ensueño me hizo lanzarle una pregunta.

—¿Lori?

—Dime, amor.

—Creo que esta vez sí lograré dibujar tus ojos tal como son.

Ella rió con suavidad.

—Yo sé que sí. Eres todo un artista.

Me dio un pequeño beso en la boca y yo le acaricié una de sus mejillas sonrosadas.

En efecto, el nuevo retrato quedó perfecto. De vez en cuando, Lori regresa a mi apartamento a contemplarlo. Y a veces, cuando su trabajo es muy pesado, me visita para que le pinte uno nuevo.

Charlas brevesWhere stories live. Discover now