California

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Tan solo me fui un par de minutos a conseguir dos piñas coladas al bar de esta playa. Nada más. ¿Cómo es posible que ella esté ahora tan rodeada de gente?

Qué pregunta. Ella ama el show. Ahora esos tres tipos con cámaras no dejan de fotografiar ese hermoso cuerpo en bikini amarillo. Creo que empiezo a odiar California.

Esas poses... ¿Dónde las aprendió? Se veía espectacular.

Uno de los fotógrafos habló: —Solo una pregunta, señorita Loud... ¿Ha venido a filmar algo o a descansar?

—A descansar, y a divertirme. Según me dijeron aquí todo es playa. ¡Ja,ja,ja! ¿Entienden?

Otro de ellos intervino: —El joven de cabello blanco, ¿es su novio?

—Por supuesto. ¿Acaso usted no-vio cómo nos besábamos en la arena?

Okey. Creo que ya habló demasiado. Decidí alejarlos de Luan en ese mismo momento.

—Con permiso, caballeros. Luan ya quiere estar sola.

Al verme, los tres paparazzi lanzaron una risita y me tomaron más fotos.

—Joven, ¿qué se siente estar en una relación con una de las estrellas juveniles del momento?

—¡Pues es algo que se disfruta sin intrusos! —grité mientras le daba una patada suave a cada uno. Por supuesto, mi hermana se limitó a disfrutar la escena y a quitarme una de las piñas coladas.

—¿Un brindis? —preguntó con inocencia. Yo le respondí con severidad.

—¿Por hacer pública nuestra relación a los medios?

—No seas medio-dramático. Creo que esa boquita y esos labios tuyos la hicieron pública primero. Sin olvidar a tus manos...

Al decir esas últimas palabras, me lanzó una de esas miradas que tanto me derriten. Seguramente notó que logró un efecto en mí, así que dijo a continuación:

—Brindo... Por California. La tierra en que Linc por fin se siente libre.

—Por California —proseguí yo. —Donde Luan Loud está logrando ser una superestrella.

Probamos la bebida. El dulce líquido invadió nuestras gargantas y nos refrescó la mente. Me hizo recordar todos los.momentos dulces de estos meses.

Empezamos a cambiar por la orilla y tomados de la mano. Mientras ella me hablaba de cosas divertidas, yo me limitaba a verla sonreír.

—¿Qué opinas al respecto, Linky?

—Que tienes razón —respondí de forma automática.

Ella comentó, con un leve puchero: —Creo que no me estabas poniendo atención.

—En eso tienes razón también.

Luan me soltó de la mano y se puso frente a mi, molesta.

—¡Oye!

Yo me limité a reír. Rayos. Nunca me aburro de estar con ella, pero la prefiero alegre. Es por su alegría que yo la seguí hasta otro estado, a miles de kilómetros de nuestro hogar, tras ser contratada: sabía que no podría vivir sin contemplar su rostro feliz, ni escuchar su risa.

—Escuché todo. Y todo lo que me dijiste me gustó. Creo que al final eso es lo que importa.

Ella se inclinó ligeramente, con un gesto de incredulidad. Cuando su busto empezaba a distraerme, ella preguntó:

—Entonces habrás escuchado lo que yo tengo ganas de hacerte.

"Rayos... ¿Qué habrá dicho?", pensé y traté de evitar que mi mente se pusiera demasiado creativa. Iba a pedir una pista cuando ella me interrumpió.

—No respondas —ordenó, colocando un dedo en mis labios. Con una sonrisa traviesa, se puso rápidamente atrás de mí y pasó su mano derecha por mi espalda. Yo me limité a sentir un escalofrío bajo ese sol playero.

—Creo que ya tengo una idea —terminé admitiendo.

—Qué bueno. Celebrémoslo con toda... ¡Nalgarabía! —y con la misma delicada mano me dio una vigorosa manotada en el trasero. Huyó hacia el agua, dejando caer el resto de la bebida y riendo a carcajadas.

Tras unos segundos para recuperarme del susto, estaba listo para seguirla a donde estaba. Pero antes, verifiqué que no hubiera fotógrafos cerca. El show que se aproximaba sería algo más intenso.

Charlas brevesWhere stories live. Discover now