[DE LO QUE LLAMO EL REENCUENTRO]

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Prendió una vela. Dejó las flores junto a la ya gastada fotografía y se marchó caminando despacio, acariciando tardíamente cada escalón como si se tratara de la piel del otro.

Tembló.

El sonido de las gotas de la lluvia torrencial -casi atravesando la ventana- acompañaba el constante timbrar del teléfono, pero Chanyeol no estaba dispuesto a detenerse para contestar.

Tosió.

El pestillo de la puerta quedó colgado antes de que la densidad del humo le alcanzara y dió un paso fuera, tocando apenas el pavimento que lucía tan limpio y perfecto como para atravesar la vida encima de él.

Miró al cielo y tras un pestañeo fue rompiendo charco tras charco de agua sucia hasta verse por fin a las afueras de la carretera. Subió al auto con la imagen clara de una nueva carta abandonada, que seguro ya se habría convertido en cenizas algunos pasos atrás dentro de aquello que alguna vez llegó a llamar hogar.

Arrancó.

El motor ronroneaba contento de volver a ser usado y la calefacción funcionó de golpe en dirección a las pantorrillas heladas de Chanyeol. Sin embargo, la acción resultó inútil.

Nada.

No había nada. Ni siquiera el abrigo que se había echado encima. Nada que pudiera mitigar la clase de temperatura que viene desde las viceras. Completamente de dentro, dónde las memorias son dueñas de uno mismo.

Chanyeol transpiraba recuerdos, sudores dolorosos y entonces, antes de congelarse por dentro, llamó.

—Hey.— dijo apenas.

Su voz rota forzándose a salir disfrazada de cualquier otra cosa y el llanto, un llanto oscuro esperando ser liberado.

Chanyeol está seguro que escuchó su nombre un par de veces, seguido de maldiciones y disculpas, de peticiones imposibles, de ruegos y deseos.

Está seguro también que lo ignoró, mientras repetía el nombre de Baekhyun en su mente, porque no había espacios para otros nombres.

Para otros rostros.

Para otras manos.

Ya no quedaba espacio ni para él mismo.

—Está bien. — susurró y entonces, dándose por vencido, colocó ambas manos en el volante, una al lado de la otra y dejó caer su frente en ellas.

Apenas y calentaba.

Apenas y respiraba.

Apenas y era.

—No, Chanyeol, por favor.

Lloró.

La otra línea lloró mientras caía.

—Tu hermano y yo te veremos luego.— dijo y unas llaves tintinearon.

Un susurro.

El último de ellos, y de pronto, el estallido de un trueno a las afueras de los cristales, marcando el principio del final, fue todo.

Había acabado.

[▫️▫️▫️]

—Los accidentes automovilísticos en estas épocas no son de extrañarse, es por eso que le pedimos a todo el público que conduzca con precaución. 

La media sonrisa de la conductora se vio reemplazada por un ceño fruncido cuando las imágenes del accidente fueron expuestas.

De vuelta al estudio, un hombre mayor, bien parecido y de traje oscuro fue enfocado. Podía notarse la falsedad de su tristeza y el semblante serio del que se hizo antes de hablar, fue la señal necesaria para notar lo actuado de sus palabras.

—Así es, Yeri.— carraspeó. —El alcohol no es nuestro amigo cuando tenemos planeado tomar un volante.

El hombre suspiró exageradamente y bajó la vista a sus líneas.

—Les deseamos, como siempre, un nuevo año colmado de bendiciones y esperamos que la familia del CEO Park tenga pronta resignación.

Kyungsoo apagó el televisor, lanzó con molestia el mando a distancia y comenzó una caminata ansiosa de ida y vuelta por la estancia.

En su lugar, SeHun se levantó del sofá, su rostro teñido de preocupación, y le rodeó en sus brazos.

—No estaba borracho.— dijo con los dientes apretados.

SeHun asintió y apretó su agarre.

El silencio se instaló. Una lágrima resbaló por la colorada mejilla de Kyungsoo, pero ni él, ni SeHun se esforzaron por detenerla.

Llorar era necesario.

Hacía apenas unos días, pocos días que el auto de Chanyeol se había destrozado en la avenida que daba justo con el cementerio donde Baekhyun descansaba.

Era víspera de año nuevo. Las 11:45 de la noche con exactitud y hacía tan solo un par de días del accidente. El dolor estaba al rojo vivo, pero tal cosa no le importaba a los noticieros. Pues al igual que carroñeros mantenían el suceso todavía fresco para ganar audiencia.

—Kyung...

SeHun habló con la voz en un hilo, maldijo para sí mismo y deseó poder colocar una barrera de una clase de cristal irrompible frente a su novio que le protegiera de todo dolor. Sin embargo, jaló aire a sus pulmones de golpe cuando se dió cuenta que no podía porque eran frágiles, tan frágiles como todo lo que a su alrededor suponía cuidarlos.

—No estaba borracho.— repitió Kyungsoo, esta vez con la voz ahogada. —No había bebido ni una sola gota de alcohol esa noche, pero estaba triste y eso es mucho peor.

De pronto, las horas se vieron pausadas y los relojes comenzaron un armonioso canto que llamó la atención de ambos chicos, quienes fueron separándose apenas lo necesario para admirar con asombro.

—Dijiste que estaban descompuestos.

Kyungsoo asintió.

—No le hizo falta alcohol.— susurró. —Él ya estaba perdido desde que Baekhyun nos dejó.

Cada reloj marchaba al mismo ritmo, como si dos almas se hubieran encontrado de nuevo, como si ese reloj de arena y aquel de manecillas finas de bronce se hubiesen a fundido de nuevo, completamente.

Y eso era quizá.

—Kyung, creo que...

El nombrado asintió sonriendo.

—Sí, las almas se reencuentran de formas misteriosas.

De Cigarrillos Y Notas De Amor.  °CHANBAEK°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora