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T r e s

— Una pizza con doble queso, carne de cerdo agridulce, ramen de res con dos huevos, helado de vainilla y un pastel con relleno de chocolate. 

— ¿Eso es todo? —preguntó Jimin del otro lado de la línea esperanzado, pero el sentimiento le duró muy poco. 

— No. Un batido de frutilla y piña, ahora sí,  eso es todo. 

Jimin agradeció mentalmente y se despidió de su novio. Mientras tanto, en el departamento, Yoongi estaba observado su silueta en el espejo, Dios, se sentía tan avergonzado por lo que se encontraba haciendo, se igualaba a las mujeres obsesionadas con su cuerpo,  pero en su caso tenía una especie de obsesión con su vientre, se emocionaba por los pequeños cambios que veía, pero obviamente, no se lo decía a su novio, porque él era el duro en la relación, aunque haya llorado en esos últimos meses más de lo que lo ha hecho en siete años.

 Jimin estaba tardando mucho, ¿acaso estaba fabricando lo que le había pedido? No le interesa si pasaron solo quince minutos cuando cortó la llamada, su bebé exigía y él no quería hacerlo esperar. 

Tomó el móvil entre sus manos y al desbloquearlo se encontró con el fondo negro con líneas paralelas de color gris. Sus labios se fruncieron en disgusto, sus ojos se posaron inconscientemente en su abdomen y una sonrisa se formó en sus labios. 

— Es la hora de una sesión fotográfica. —murmuró tímidamente. 

Se acercó al espejo de cuerpo completo con vergüenza, sentía que el espejo se estaba burlando de él, negó suavemente, se colocó de costado y enfocó la cámara, tomó una foto desde sus hombros hasta sus rodillas junto con su abdomen descubierto. 

¡No! ¡No! ¡Ni se te ocurra sudar por los ojos Min! ¡Te dije que no imbécil! 

Secó las pequeñas lágrimas traicioneras y cambió el fondo de su pantalla a esa hermosa foto. No era un idiota, conocía a Jimin y su manía de examinar su móvil por “supuestos hackeos”, no iba a correr riesgos de flaquear lo poco de duro que le quedaba, así que la contraseña fue algo de vida ó muerte. 

Luego de media hora después, con los brazos colgando a cada costado de su cabeza, la puerta se abrió y se encontró con lo que más quería,  y Jimin. 

— ¡Maldición contigo Jimin! ¿¡Por qué tardaste tanto!? ¡De seguro te quedaste parloteando otra vez con el cabeza de brocha! 

Jimin dejó toda la comida sobre la mesa con una pequeña sonrisa para atrapar a su chocolate blanco en un gran abrazo de oso. 

— ¡No, no, Jimin, aléjate!, — y volvía a sudar por los ojos—, Vas a dejarme por ese, porque tiene mucho cabello y corte de brocha, ¿verdad? 

— Te amo. 

— No jodas ahora Jimin, responde. — exigió entre lágrimas, siempre manteniendo su tono de duro. 

— Te amo chocolate blanco. — canturreó su novio para molestarlo más. 

No entendió porqué comenzó a sollozar y porqué se prendió al cuerpo de Jimin como uña a la carne. 

— Cuando pase estos seis meses voy a hacerte sufrir, pero ahora abrázame más fuerte. 

CebollitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora