Prologo

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El pueblo entero se ha unido a la celebración. Cantan, beben y bailan. Están contentos con los cambios próximos en el reino, y eso da una completa tranquilidad a los monarcas.

Clarisa y yo, observamos por la ventana el festejo. Deseosas de poder compartir este momento con ellos, pero somos princesas, y nuestro lugar es el palacio. Pero, esto cambiara el día que yo suba al trono.

-Espero que así sea el día de mi boda- dijo Clarisa- me pondría triste de no ser así.

-¿Bromeas? – la miro de reojo, y me sorprende ver la seriedad que posee, ella siempre muestra una sonrisa y emoción. – esta es tu hogar, Clarisa. No importa lo lejos que llegues a estar, nuestro pueblo siempre nos amara.

El silencio domina nuevamente la habitación, y en el exterior sigue el festejo.

Ambas tomamos aire, y lo dejamos salir casi al mismo tiempo, empañando el cristal. Si hubiéramos sido más jóvenes, habríamos aprovechado esa oportunidad para dibujar una cara sonriente o alguna otra cosa, quizás nos hubiera regañado nuestra Nana o mamá. Sim embargo, ya no éramos niñas, estábamos a pocos días de ser reinas.

Reinas. Una palabra demasiado poderosa y con cierto nivel de belleza.

-Tengo miedo de ir a Quebec- confeso Clarisa.

-¿Porqué?

Aquello me sorprende, ella siempre ha sido valiente y con gusto por los nuevos retos.

-Es un lugar que desconozco – suspira – y del cual seré reina.

-Te aseguro que Henry se encargara de ayudarte – digo con tranquilidad – tienes lo que se necesita para ser una reina, y créeme que serás una que todos amen.

La miro, noto que sus ojos están rojizos por querer contener las lágrimas. Extiende los brazos, y yo me dejo atrapar en ellos, la rodeo por la cintura y la abrazo.

-Tú también serás una reina muy amada, Evangeline.

-Espero no defraudarte a ti, y al pueblo.

Me aparta de su agarre, y nos volvemos a ver cara a cara. Unas cuantas lágrimas han salido por parte de ambas. Estos son los pocos momentos que nos quedan juntas, y el miedo a despedirnos es tan grande, que no nos limitamos a ocultar nuestro cariño.

-Nunca, Evangeline- Sonríe, y muestra otra vez su chispa – Te quiero, hermana.

-Y yo a ti. 

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¡Holaa! me alegra mucho que estés aquí. Debo agradecerte por darle una oportunidad a mi historia, espero que te haya gustado esta primera parte, o al menos te haya abierto la curiosidad de saber que es lo que pasara. 

Sin más que decir, me despido de ti. 

P.d. Te dejo una galletita, por llegar aquí. 

El príncipe de QuebecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora