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Guerra.

Una palabra tan pequeña, que causa tanto daño y destrucción. Sólo escucharla, te puede dar miedo o hasta la bienvenida a ella.

En cuestión de horas, daré el discurso y la alerta a todo el pueblo de Portland. La reacción de la gente no me preocupa demasiado, confío en que tomaran las medidas necesarias para mantenerse a salvo, lo alarmante era otra cosa, o más bien, persona. Mi hermana sigue en manos de esos traidores.

¿Cómo te traigo de vuela, Clarisa?

Creía que el baño de rosas me ayudaría a hallar la respuesta, pero el agua ya se ha enfriado y la punta de los dedos de las manos se ha arrugado un poco. No he querido salir de la bañera porque me siento segura aquí, contenida en cuatro paredes de mármol, con la piel desnuda y la esperanza de que el agua quite mis molestias.

¿Por qué Henry deseaba tanto esta guerra? ¿Es más grande su deseo de poder que el amor que le tiene Clarisa? ¿Qué opinara la reina madre de esto?... ¿Qué diría él de esto?

David...

David Quebec. Segundo heredero al trono.

Podría escribirle, por lo que sé, Henry lo desterró de Quebec cuando este subió al trono, se rumora que traiciono a su patria. Sin embargo, la verdad es otra, al ser el segundo al ascender al trono, podía quitarle poder a Henry. Lo hizo únicamente para sentirse a salvo. Su paradero no es desconocido, y traerlo a Portland no es nada complicado.

Él podría traer de vuelta a Clarisa, y quizás, ayudar a ganar esta absurda guerra.

¿Y si se niega? No, él no es como Henry o Thomas.

Tengo que intentarlo.

-¡Grecia!

La doncella entra a toda prisa al baño, y corre hacia mí.

-Mi señora, ¿le lleno la tina nuevamente?

-No. Necesito de papel y pluma.

Grecia arquea las cejas, y sin chistar, sale del baño para buscar lo que he pedido. Bendito baño de rosas, al final hiciste tu efecto.

Salgo de la bañera, antes de que Grecia regrese. Tenía que darme prisa, ya que el correo sale por la madrugada del palacio, y no había tiempo que perder. Tomo la bata y toalla, misma que enrollo en mi cabellera, escucho el abrir de una puerta, y veo entrar a Grecia con la bandeja de plata, sobre ella está el papel, pluma y tinta.

-¿Hará su declaración de guerra, mi señora?

-No, haré que ganemos esta guerra. 

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¿Escribirle una carta a uno de los miembros de Quebec servirá? 

¿Cómo creen qué sea David? ¿Un buen aliado o un nuevo enemigo? 

Leo sus teorías. 

El príncipe de QuebecWhere stories live. Discover now