CAPÍTULO II: ENCUENTROS BAJO LA LLUVIA

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Se podían escuchar las pisadas golpeando fuerte en el suelo. El pasillo estaba completamente vacío. Solo él y su agitada respiración. Aquel no había sido un buen comienzo para algo que tenía tanto tiempo esperando. Todavía no tomaba siquiera su primera clase y ya había sido ofendido y humillado por dos personas, en menos de... ¿cinco minutos? Sus mejillas estaban escandalosamente rojas por el frío, la rabia y la vergüenza. No sabía si era así como se manejaban en ese lugar, o él simplemente había empezado la mañana con el pie izquierdo. De cualquier forma, Will nunca había estado tan enojado, probablemente porque nunca había sido tratado de esa manera.

—¡Voy a destrozarle la maldita cara! ¿Quién se piensa que es? Estoy harto de esta gente creída. Se creen que, porque tienen dinero, pueden... —William entró en aquel salón, escupiendo maldiciones y botando la puerta sin medir su fuerza. Terminó estrellándola contra la pared. El fuerte ruido hizo saltar a más de dos.

Por fortuna, el profesor de su primera clase no se encontraba todavía en el aula, pero la mayoría, por no decir que todos los que a partir de ese momento serían sus compañeros, estaban mirándolo con gesto desdeñoso... Menos una. Su Catalina parecía más bien llena de vergüenza ajena. Parecía querer atravesarlo con la mirada, haciéndole disimuladas señas, para que se sentara de una buena vez; o eso parecía.

Will, sin embargo, no era el tipo de persona que se sentía afectada por lo que los demás pudiesen pensar de él, sobre todo si la rabia seguía inundando su sistema. Caminó hasta Catalina y se dejó caer ruidosamente en el asiento libre a un lado de ella.

—¿Qué fue lo que hiciste? —cuestionó, antes de que Will pudiera siquiera acomodarse en su silla. Lo conocía de sobra como para saber, que siempre terminaba metiéndose en líos. No sabía cómo, no sabía por qué, pero siempre lo hacía. El muchacho ni siquiera volteó a mirarla. Puso su mochila encima de la mesa y dejó caer su cabeza con expresión derrotada. Llevó ambas manos a su alborotado cabello y soltó un largo jadeo—. Deja de ignorarme y dime qué es lo que pasó. ¿Entregaste los documentos? —Recorrió a su mejor amigo de arriba abajo. Hizo una mueca al ver algo completamente fuera de lugar.

No había sido la carpeta con documentos que William claramente no entregó en la coordinación escolar, pues permanecía todavía sobre su regazo, lo que había llamado la atención de Catalina. Había algo pegado en uno de sus zapatos.

—En serio, mujer. Déjame ya. No es el mejor momento para...

—¿Es un billete lo que traes en el zapato?

William sintió un tirón en el estómago.

Echó su cuerpo hacia atrás tan de prisa, que estrelló su espalda contra el respaldo de la silla, haciéndola tambalearse. Soltó todo el aire posible de sus pulmones, luego de recuperar el equilibrio. Los documentos que descansaban en sus piernas, se deslizaron hasta terminar a un lado, tirados en el suelo y ni siquiera le importó. La vista de Will estaba clavada en aquel pedazo de papel.

Había recorrido todo el pasillo de la academia hasta el salón de clases, con un jodido billete de veinte libras, pegado en la suela de su bota.

—Esto tiene que ser una puta broma —balbuceó para sí mismo, sintiéndose acalorado, incluso en aquel severo invierno. Restregó con furia su pie contra el piso, hasta que el billete se despegó de su zapato. Lo pateó hasta hacerlo desaparecer debajo de la mochila del chico sentado delante de él. En otro tipo de situación, por supuesto que lo hubiese levantado y metido en su bolsillo. Esta vez sabía a quién pertenecía. No quería tener nada de ese odioso ser.

La puerta del salón se abrió nuevamente de forma ruidosa, provocando que todos se enderezaran en sus asientos mirando al frente. Todos los susurros cesaron de inmediato. En el primer día de clases, todos querían causar una buena impresión al profesor, sobre todo, si el profesor que acababa de entrar por la puerta era el señor Corwin, a quien Will ya había tenido la mala suerte de conocer.

ROMPECABEZASWhere stories live. Discover now