CAPÍTULO VII: NOTAS DE VIOLÍN BAJO LA LLUVIA

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El alboroto que William sentía en el estómago, era tan nuevo, tan confuso y tan molesto, que lo estaba llevando muy cerca de las náuseas. Caminó apresurado por el pasillo, con el pecho apretado y sintiéndose inquieto, ansioso y furioso. No entendía cuál había sido el motivo de Samuel para hacer lo que había hecho, pero si pretendía humillarlo, había llegado demasiado lejos. Se sintió ridículo al recordar que, por un breve momento, estuvo a punto de creer en la buena voluntad de un chico que al parecer carecía de buenas intenciones.

De forma inconsciente llevó la mano hasta su rostro y acarició sus labios. Sentía un ligero cosquilleo. Si intentaba recordar, podía sentir como pequeños caminitos de electricidad, recorrían la piel de su espalda. Parecía que seguía envuelto en su aroma. Sacudió la cabeza.

—De verdad que ya no sé qué hacer contigo.

William volteó hacia su derecha, al reconocer la voz de su amiga. Agachó la mirada de inmediato. Por algún motivo sentía que, de solo verlo, ella se daría cuenta de lo que había sucedido. Iba a contárselo, eso era seguro, aunque no podía ni imaginar cómo aquellas palabras iban a salir de su boca. Estaba tan avergonzado que sentía los ojos llorosos y sus piernas todavía parecían a punto de ceder bajo su peso.

—¿Estás bien? —habló ella, nuevamente. Se acercó a Will y levantó su rostro con la mano, sosteniéndolo por el mentón. El muchacho estaba a punto de llorar y ni siquiera sabía por qué—. Por dios —susurró bajito, abriendo mucho los ojos con la preocupación plasmada en sus facciones. William tenía el rostro muy rojo y Catalina no estaba segura de que pareciera enfermo, pero tenía los ojos acuosos y eso era probablemente lo que más la alarmaba, porque Will jamás lloraba.

El día anterior había sido difícil. William le había contado todo acerca de la beca y aunque ella se había molestado, había intentado no juzgarlo porque probablemente ella hubiese hecho lo mismo. Afortunadamente Alex había conseguido un poco de dinero y tenían la esperanza de que las cosas se arreglaran.

Lo que estaba sucediendo en aquel preciso momento, era diferente, porque Catalina estaba segura de que nunca había visto a William tan afectado, no de esa manera. El muchacho incluso estaba temblando.

—Necesito aire —mencionó Will. Se abanicó con la mano un par de veces y resopló, doblando un poco la espalda y apoyando las manos en sus muslos.

—¿Pasó algo? No me digas que perdiste el dinero. ¿Te asaltaron?

William sonrió con amargura. ¿quién podría haberlo asaltado adentro de la escuela. Sentía que lo que le había sucedido era mucho peor. Negó con la cabeza.

—Solo necesito salir un momento. ¿Por qué no estás tú en clase?

—Bueno, yo...

—Dímelo afuera.

✿✿✿✿✿✿

Sus planes al salir de casa aquella mañana, eran muy diferentes a lo que había sucedido y a lo que estaba a punto de hacer. Probablemente había enloquecido, porque no había ninguna otra explicación que justificara su comportamiento. Podía recordarlo todo de forma tan nítida, que el revoloteo en su estómago volvía y volvía, como sueño recurrente del que no puedes escapar por más que te esfuerces y lo peor era que no se estaba esforzando en absoluto.

Dio un par de pasos alrededor, observando aquí y allá, sin poner real atención a ninguna cosa. Todavía no estaba seguro por qué se encontraba en ese lugar, pero su disculpa había fracasado y luego de abandonar la academia, sus pies lo habían arrastrado al centro y luego a aquella tienda de música, por la que ya había pasado una vez, pero a la cual no le había interesado entrar.

ROMPECABEZASWhere stories live. Discover now