CAPÍTULO IV: ENTRE CUATRO PAREDES (PRIMERA PARTE)

1.6K 182 18
                                    

A William no le hacía falta tener a su madre cerca, para ser regañado como si fuese un niño. Y es que, para Catalina, a veces eso era lo que parecía. Le encantaba meterse en líos, o al menos lo hacía más constantemente de lo que debería.

—¡Maldita sea, Catalina! Déjame ya ¡Me duele!

—Es que de verdad no puedo creerlo ¿Qué es lo que tienes tú en la cabeza? Además, cállate. Tú no quisiste ir al hospital. —La chica intentaba mantenerse concentrada mientras sostenía una bolsa de guisantes congelados, sobre la frente de su mejor amigo. Un pequeño pañuelo presionándose en el tabique de su nariz. William se había lastimado nuevamente. La sangre no se había hecho esperar, descendiendo de forma copiosa—. Te dejé solo media hora. ¡Media maldita hora!

Su amigo se removió en su lugar.

—¡La culpa fue de ese cabrón, que ya me tiene hasta las narices! —Will no dejaba de hacer gestos mientras manoteaba intentando zafarse de las manos de su amiga. La presión del pañuelo, estaba doliendo más que el propio golpe.

—¿Qué pasa contigo y ese chico? De verdad no lo entiendo. No puede caerte tan mal... No pueden caerse tan mal ¡Por Dios! Ni siquiera se conocen.

—¿No puede caerme mal? ¡Claro que puede! Es un completo idiota. Además, sé lo suficiente de él para darme cuenta del tipo de persona que es. Es un hijo de puta.

—¡William!

Era muy extraña la forma en la que William podía cambiar su actitud cuando se trataba de Samuel. Ese chico era definitivamente como la chispa que lo encendía y lo hacía sacar esa personalidad que ni él sabía que poseía. William siempre había sido una persona tan despreocupada. A pesar de su constante mal humor, jamás dejaba que algo le afectara realmente. Ese muchacho lo hacía rabiar con tan solo respirar.

Gracias a Samuel, ahora tenía tres días para pensar en lo que había hecho y cómo había dejado que sus impulsos lo manejaran. Si debía ser sincero, no se arrepentía. Si pudiera hacerlo, le saltaría encima una vez más. Además, ese tipo había empezado y él no iba a quedarse con los brazos cruzados. ¡Eso jamás!

✿✿✿✿✿✿

—Arruinó el libro que me regaló mi madre ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Debía darle las gracias?

Su mejor amigo resopló.

—Tampoco era como para liarte a golpes con él ¿o sí?

—¡Eso y más se merecía, Max! Además, ¿De parte de quién estás? — Max solo miraba a Samuel ir y venir por el salón de su casa. Con el ceño fruncido y las manos hechas puño. Una gran marca morada decoraba su mentón.

—¿Puedes calmarte? Tu problema no es conmigo ¿cierto?

—Pues no me encanta que lo estés defendiendo.

—¡No lo estoy defendiendo!

—¡Eso parece!

—Yo solo digo que estás dándole demasiada importancia a algo que no la tiene.

Samuel sintió que se atragantaba con su propia saliva.

—¿Quieres decir que el libro que me regalo mi mamá no es importante? ¡Es lo único que me faltaba! ¡Lárgate ya!

—Sabes que no me refiero a eso. ¡Idiota! Y no pienses que voy a largarme de tu maldita casa, solo porque estás siento estúpido e irracional. En serio, hombre, ¿qué te ha hecho ese chico?

Con aquella pregunta se dio por terminada la discusión.

Por algún motivo, Samuel no supo que responder.

ROMPECABEZASWhere stories live. Discover now