Amigos. [Paulo Dybala]

2.2K 81 0
                                        

AU

Podría tomar el otro camino, pero tus ojos me llevan directo a casa.

Cada vez que me sentía perdida, que sentía que no valía la pena seguir intentándolo y lo único que quería era volver a Córdoba, era él quien me abrazaba, quien me contenía y me dejaba llorar en su hombro. Luego lo miraba a los ojos y todo volvía a tener sentido, volvía a mi rumbo. Sus brazos me hacían sentir en casa otra vez, su presencia me hacía sentir en mi hogar.

Si me conoces como yo a ti, deberías quererme.

Catorce años es tiempo suficiente para enamorar a alguien, o debería serlo, porque en mi caso no lo ha sido. Llevamos conociéndonos desde los diez años, amándonos a escondidas desde los quince, pero ninguno ha dado el paso de decir lo que siente. Yo no lo he hecho por miedo a perder a mi mejor amigo, mi compañero de departamento, mi amante. ¿Él? Tal vez porque no siente lo que yo. Tal vez me quiere sólo como amiga.

Deberías saber que los amigos duermen en otra cama.

Cuando nos mudamos juntos en la capital fue obvio el dormir juntos. No íbamos a hacer el amor y luego volver a nuestras respectivas camas, ¿verdad? Después fue simple costumbre, incluso cuando no hacíamos nada antes de dormir nos abrazábamos y pasábamos la noche juntos. Siempre en mi cama, que es más cómoda. 

Y los amigos no se tratan como tú me tratas a mí.

-¿Y si pasamos el resto de la tarde en el sillón, viendo películas de bajo presupuesto, comiendo pororó y bebiendo cerveza?-dijo Paulo cerca de mi oído, besando desde la parte de atrás de mi oreja y bajando a mi cuello, con sus manos en mi cintura. Me volteé para mirarlo de frente, sus labios dejando mi cuello y buscando mi boca, dejando cortos besos esperando mi respuesta.

-Creo que es una buena idea que no se cumplirá-sonreí antes de poner mis manos en su nuca y juntar nuestros labios bien fuerte.

-¿Y por qué no?-murmuró sin abrir los ojos, dándome otro beso largo.

-Porque ir al sillón significa vestirse y ninguno de los dos hará eso-susurré, volviendo a besarlo.

-Entonces podemos hacerlo todo en la cama-sus besos volvieron a ser repartidos por mi cuello, sólo que esta vez puso su cuerpo sobre el mío y sus labios bajaron por mi cuerpo.

-Esta sí es una buena idea.

Bueno, sé que hay un límite para todo.

Caminábamos a la puerta tomados de las manos, salimos así del departamento y llegamos de la misma forma al ascensor, incluso lo esperamos casi abrazados. Pero cuando la caja metálica llegó a nuestro piso y reveló a una vecina dentro, Paulo rápidamente me soltó. 

-Perdón, Nina-susurró bajito, aunque sin hacer nada para volver a armar mi tontamente ilusionado corazón roto.

Pero entonces... si somos amigos, alguien más podría amarte.

-Nina, tengo una cita-fue lo primero que dijo Paulo al entrar a mi cuarto. Lo miré fijamente por un segundo, luego sonreí.

-¿En serio? ¿Con quién? ¿Cuándo?-él asintió con una sonrisa orgullosa, creo que sin darse cuenta de lo doloroso que esto era para mí.

-Sí que sí. Con la vecina del piso de arriba, Karina, la de pelo rojo-la del ascensor-. Saldremos el viernes a un boliche.

-Vaya, genial. Tendrás que exponer tus mejores pasos en la pista para conquistarla-volví a mirar mis apuntes del trabajo, sin querer ver su precioso rostro.

-Claro, pero nada puede salir mal, si aprendí mis movimientos de la mejor-sus brazos envolvieron mis hombros y besó mi mejilla con un estruendo, haciéndome reír. Aunque no demasiado honestamente.

Mini-historias de futbolistas.Where stories live. Discover now