1: El ave de los sueños.

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A Micah le dijeron: ¡Sal! ¡Ve a conquistar el mundo! ¿Pero de cuál mundo, de los tantos que había, hablaban? Salió una madrugada mientras aún el cielo se encontraba nublado; qué mal augurio ha de caer sobre él si la luz de la luna llegase a alumbrarle. Sin un rumbo fijo en mente, rodeó los puentes de la ciudad tratando de hallar algún lugar donde pasar la noche hasta el amanecer, a más tardar. Revoloteaba sus pequeñas alas violáceas con mucha fuerza y rapidez, en afán de poder volar más de lo que sus plumas le permitían.

Recordaba, con cierto remordimiento, aquellos días en los que vivía sin supersticiones por doquier; cuando paseaba por debajo de los andamios de alguna construcción en la ciudad de Buenos Aires, o cuando descansaba en los árboles de cerezo en los días de primavera, e incluso cuando se bañaba en los charcos de lodo que se formaban a causa de la lluvia. Anhelaba, quizás un poco, aquellos días en los que no le molestaba beber agua de una fuente en esa plaza de 25 de Mayo, o en aquella otra plazoleta de 9 de Julio, solo porque habían migajas de pan alrededor.

Sintió que caía a gran velocidad cuándo una ráfaga de viento suroeste golpeó su rostro con ímpetu, haciendo que perdiera el equilibrio. Trató de recobrar el aliento y no dejarse llevar, realmente quiso hacerlo, pero una fuerza mayor parecía no querer soltarlo o, más bien, sostenerlo. Las nubes comenzaron a llorar, pues aquel pequeño pájaro no llegaría a su destino, como si el mismísimo universo se le pusiera en contra. Aquella ave se encontró a sí misma tirada a un lado de la calle, en el frío y húmedo pavimento. El dulce aroma del viento fresco le estremeció el cuerpo.

Estando malherido y confundido, en un abrir y cerrar de ojos pudo distinguir aquel brillo colorido entre las nubes, lo que más temía en la vida; porque si había algo peor que la muerte, para él lo era la desgracia, el infortunio, la mala suerte. ¿Acaso no se daba cuenta? Ya estaba viviendo el peor de los presagios y aún así no lo entendía. Micah estaba al borde del fin, y se preguntó entonces qué había hecho mal para acabar así, si la luz de la luna apenas lo había rozado por un par de segundos. ¿Cómo iba a lograr levantarse y seguir? Aún tenía que cumplir con sus sueños, aún debía despertar y continuar el camino que le había sido anunciado tiempo atrás por sus ancestros.

Domingo por la mañana, el ser vivo seguía allí; con tan solo su respiración entrecortada y una garganta áspera y seca. Los rayos del sol le alumbraron el rostro y, como nunca antes, pudo sentir cómo el calor era absorbido por su piel; le quemaba. Se sentía diferente, pues había obtenido el cuerpo de alguien más. Sabía lo que eso significaba cuando su antepasado le explicó, hacía mucho tiempo, que iba a recobrar su vida con otro aspecto físico, al igual que él mismo hace un milenio atrás. De lo que no tenía ni la más mínima idea era que ahora tendría dos piernas gruesas y largas, al igual que brazos, y ya no habrían garras ni alas; un cabello más corto de lo acostumbrado en vez de su fino y abundante pelaje; y que en lugar de un pico, ahora tendría dientes y una boca más grande. Lo más sorprendente fue poder producir y entender sonidos que antes no comprendía. Pudo verse en un pedazo de vidrio roto que estaba a un costado, en el suelo; se dio cuenta de que sus ojos ahora tenían color, el mismo color de su antiguo cuerpo que yacía a su lado en la calle.

Tuvo que acostumbrarse a las circunstancias, ya que nadie podía ayudarle. Se levantó con cierto desdén, dudando de la fuerza de su nuevo soporte y, para su sorpresa, no falló. Se mantuvo de pie y, paso a paso, se adaptó a las circunstancias. Afortunadamente, las cosas comenzaron a fluir y se sintió a gusto con su nueva imagen. 

Agradecido por el hecho de que nadie lo había visto, aprovechó la oportunidad que le había sido otorgada, entonces comenzó a trotar; aún sin un rumbo fijo en mente porque, pasara lo que pasara, debía cumplir con su misión. Ya no importaba si cruzaba por debajo de un andamio, si pisaba un charco de lodo, o si bebía agua donde fuera que la hallase. Todavía debía encontrar un lugar seguro donde pasar la noche, antes de que la luz de la luna detrás de una noche tormentosa pudiera alcanzarlo de nuevo y se cortara el ciclo.

 Todavía debía encontrar un lugar seguro donde pasar la noche, antes de que la luz de la luna detrás de una noche tormentosa pudiera alcanzarlo de nuevo y se cortara el ciclo

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(N/A. Género fantástico/maravilloso).

Este cuento fue hecho con fines educativos. Mi profesora de Literatura nos pidió que escribiéramos un relato sobre la transmutación, basándonos en el cuento de Silvina Ocampo, La casa de azúcar.

En dicho cuento, se hace uso del color violeta como sinónimo de cambios, transformación y transmutación según la teoría de Patricia Gallardo, autora de El color comunica.

La tarea era escribir sobre en qué nos gustaría transmutar y contar ese proceso, ya sea en una persona, en un objeto o en un animal. Yo preferí hacerlo de esta forma, y queriendo siempre hacer algo distinto, cambié el orden establecido. El animal se transmuta en la persona y no la persona en el animal.

No necesariamente tiene que dejar intriga al final o asombrar a alguien con un plot twist. Así como en el relato de Ocampo, preferí dejarlo con un final abierto, se podría decir.

Me pareció interesante el tema de las supersticiones y del cómo pueden ellas causar un impacto negativo en nuestra vida.

¿Qué te pareció? No olvides darle una estrellita si te gustó y no dejes de comentar tu punto de vista u opinión. Realmente la aprecio. <3

¡Gracias por leer!

By Jess G.

By Jess G

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ADCYF: El guardián del laberinto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora